El peligro acecha

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Desperté en mi cama un par de horas después de pasada la entrada al instituto, pero que demonios, ya era viernes. Quise girar pero una punzada en la espalda me hizo repensarlo, además de traerme a la cabeza escenas de la noche anterior. Me vi tratando inútilmente de encontrar una posición cómoda en la mesa. Ya estaba amaneciendo cuando decidí tumbarme en mi cama. Me levanté procurando no lastimarme y escuché con atención. Absolutamente nada... seguro Henry andaba por ahí, hasta las ratas hacían mas ruido que él.

Arrastrando los pies fui a asomarme por las escaleras.

- Por favor dime que no hay fotos mías de bebé en ese álbum - me observó con diversión casi malvada, pero solo noté la maraña casi exitosamente peinada que era su cabello.

- No, en este álbum no - salté el último escalón y torcí hacia la cocina.

- ¿Desayunas?

- Si quieres prepararlo - encendí la cafetera e ignoré la tostadora, no tenía tanto ánimo. Quería volver a la sala y colocar su cabello en su lugar.

Me dejé caer en el sofá a su lado y me dediqué a tratar de bajar con los dedos ese mechón castaño que sobresalía de los demás por detrás de su cabeza, luego solo me reí ante su mohín.

- Vaya... comes, duermes... y babeas - hundí un dedo no muy profundo en su mejilla cerca de la comisura de sus labios y se apartó enseguida.

- Por supuesto que no babeo - aun así pasó la mano por el rostro antes de voltear hacia mi - pero luego si soy casi igual a ti...

- ¿Por qué casi? - tomó mi mano y la llevó hasta su pecho, esperé, pero mi mente no encontraba lo que se suponía que estaba buscando.

- ¿Sientes algo? - negué con la cabeza un tanto insegura - no, nada - lo entendí finalmente y me quedé observando mi mano con el ceño apenas fruncido - Peggy dijo que era triste... - Peggy... ¿podía considerarla mi yo anterior? No, en este momento no; era ridículo tenerme celos a mí misma.

Cerré el puño, aprisionando su camiseta para que mi mano se mantuviera en donde estaba, y recosté la cabeza en su hombro. Me fijé de reojo en mi celular, abandonado desde ayer en la mesita de la sala.

- ¿Mi padre llamó?

- Lo hizo, le contesté y habló conmigo por tu celular con total calma... - ignorar el sarcasmo me fue sencillo cómoda como estaba. Mis ojos estaban por cerrarse cuando la pantalla del aparato se encendió, volviendo a apagarse enseguida, parpadeo que indicaba un nuevo mensaje. "Hablando de roma" pensé mientras me convencía de moverme de donde estaba, cosa que se había complicado ahora que sentía su nariz en la parte superior de mi cabeza. Al final me estiré para tomar mi teléfono, volviendo luego a la misma posición en que estaba. Fruncí el ceño de manera notoria y releí el breve pero significativo mensaje de Charlotte varias veces.

- ¿Que pasa? - murmuró Henry acercando el rostro al mio para poder ver la pantalla. Simplemente le extendí el teléfono y abracé mis rodillas. Ahora Charlotte también lo sabía... y si había ido hasta allí para averiguarlo, de seguro Judith ya la tenía.

Pegué un salto cuando el teléfono sonó indicando otro mensaje, y Henry pasó el brazo sobre mis hombros.

- Es Judith... quiere invitarte a cenar - su voz era una mezcla burbujeante de ira y asco, dejó el teléfono caer sobre la mesita y con el otro brazo me acercó a él. Pasé ambos brazos por su cintura, recosté la cabeza en su pecho y me dije a mi misma que las lágrimas no mejorarían nada.

- Ahora también tiene a Charlotte - mi voz sonaba vacía, muerta por adelantado - solo le falto yo...

- No te tendrá.

- No voy a esconderme - me enderecé y clavé los pies en el suelo - me tenga o no va a terminar matando a mis amigos, y no lo voy a permitir.

- Lamento no darte ánimos pero no voy a dejar que corras a la garras de Judith - su voz era severa y decidida, podía leer en sus ojos que su tuviera que atarme lo haría - he visto lo que esa criatura es capaz de hacer. No logré salvar a Peggy y no pretendo perderte a ti también - el hielo con el que había hablado se fue derritiendo poco a poco hasta convertirse casi en una súplica. Me hubiera sentido conmovida por la manera en que hablaba de mi, pero otra cosa fue considerada mas importante por mi mente.

- ¿Estuviste ahí la última vez? - se congeló en seco y analizó mi expresión antes de continuar.

- Si. Pero no recuerdo mucho, Judith seguro hizo algún tipo de...

- Déjame buscar en tus recuerdos; averiguar lo que Judith hizo, ver si hay alguna forma de deshacerlo.

- Ya lo he intentado, Emma...

- Déjame hacerlo... por favor - me sostuvo la mirada con una negación tajante, mas preocupado por lo que pudiera averiguar a que fracasara en mi intento, aunque finalmente bajó la mirada. Me acerqué y tomé su mano entre las mías y me concentré. Ignoré recuerdos recientes, pasé por alto a sus hermanos, el instituto, esos vampiros que habíamos visto en el bosque, ignoré mi propio rostro todas las veces que apareció, estaba buscando a Peggy. Finalmente encontré su cabellera rubia, huyendo a la carrera, deshaciéndose de unas cuerdas que la envolvían mientras trataba de escapar. Supe que Catherine estaba en el suelo fuera de combate, y sabía que Judith estaba tras de mi. Sentí bolas de fuego azules pasar a mi lado cientos de veces. Había liberado a Peggy antes de que el demonio cuya forma había adquirido Judith la matara junto con los demás. Peggy estaba libre, y podía soportar el ardor infinito de las garras de Judith en mi espalda sabiendo que ella podía correr y nunca volver...

Me separé de él con un sobresalto cuando vi a Judith de cerca en sus recuerdos tan vívidos, sin embargo, no me había servido de nada; no pude ver en que consistía el ritual, ni mucho menos sabía como matar a Judith. Volví a fijarme en Henry, quién tenía la mirada clavada en el piso con un brillo vidrioso en los ojos.

- Lo siento - murmuró con voz firme, levantando la mirada hacia mi.

- No es tu culpa... - susurré y luego me levanté. Iba a beberme mi café con azúcar, equiparme, e ir a averiguar como chingarle la madre a Judith y nadie me iba a decir lo contrario - ¿vienes conmigo o no? - suspiró con pesadumbre, se pasó la mano por el cabello y me miró con resignación, pero gesto decidido.

- ¿Acaso me dejas otra opción?

El mismo sabor en cualquier vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora