El descubrimiento

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Charlotte me llevó a casa, la enfermera había llamado al médico de mi familia. Mi padre no estaba en la ciudad, pero conocía a ese hombre desde que nací. Sabía lo que iba a decirme, siempre era todo un simple producto de mis nervios, aun así me calmaba estar en mi casa, necesitaba hablar con Charlotte.

- Deberías quedarte en cama y descansar un poco, Emma. Es solo una pequeña anemia.

- ¿Hay algo que pueda hacer? – Charlotte estaba de los nervios, lo sentí en su voz, y con la mirada rogué a doctor que la calmara un poco.

- Descansa un poco también. Quedarte velando por tu amiga ha sido un detalle por tu parte – la sonrisa bonachona del hombre la hizo respirar mas tranquila – Emma, por favor dile a tu padre que me llame cuando vuelva a la ciudad. La enfermera del instituto ya lo llamó, pero me gustaría hablar con él.

- Gracias doctor Lawrence – asentí y me senté en la cama, Charlotte fue a cerrar la puerta y estuvo de vuelta en menos de un minuto.

- ¡Me tenías preocupadísima! – se sentó a mi lado y tomó una de mis manos entre las suyas – el doctor dijo que debes descansar así que nada de partidos de fútbol. Por cierto, cuando estabas medio inconsciente mandaste a Josh a su casa. Te puedo asegurar que no le gustó para nada – arrugó los labios, aunque no se le notaba realmente conmovida por la situación. Solo puse los ojos en blanco.

- Se lo merece. ¿Has visto como se junta con Rose?

- Odio a Rose – dijo ella con una sonrisa pícara, aunque volvió a su gesto maternal enseguida – ¿enserio, te encuentras bien? – respiré hondo, buscando las palabras adecuadas por donde empezar.

- ¿Alguna vez has tenido un sueño tan horrible que parecía real?...

- ¡Por supuesto! ¿Recuerdas ese sueño tan raro del cerdito asesino? Sigo sin poder pisar las granjas – sonreí una pizca, cosa que pareció complacerla – justo hoy que no llevo mi libro de sueños conmigo me dices estas cosas… ¿qué pasaba en el sueño, exactamente?

- Bueno… yo era animadora.

- No me digas… - la miré con una pizca de reproche – perdona. Sigue…

- Mi novio se estaba muriendo y luego empezó a perseguirme un monstruo… el único escondite que había era el instituto, pero tenía una pancarta del baile de graduación de 1959.

- Espera – me detuvo en seco levantando la mano – ¿1959? – asentí, un tanto asustada por su expresión de sorpresa – ese año hubo un incendio enorme. ¿Nunca leíste esa placa en el área de historia? Varios alumnos murieron. El fuego comenzó en el cuarto de calderas, y desde entonces nadie puede entrar ahí – cuando dijo calderas un escalofrío me recorrió la espalda. Es exactamente donde yo estaba –¡ ey! Esto es muy fuerte. ¿Y si experimentaste un viaje astral y encarnaste a algún estudiante de esa época? – su rostro mostraba emoción y un extraño brillo de aventura, que para desgracia mía me contagió.

- Es posible. Tengo que ir a la biblioteca a ver si encuentro algún artículo o algo que hable sobre el incendio.

- Oye, he oído que algunas personas pueden recordar cosas sobre sus vidas pasadas… ¿y si tu eras esa chica?... ¿Y si hubieras estado involucrada con todas esas cosas raras de la magia indígena? – abrió mucho los ojos cuando lo dijo, como si acabara de tener una epifanía. Podía sonar como una idea descabellada, pero si consideraba que habían un par de puebls indígenas por lo al rededores y que la familia de mi padre había vivido aquí desde hacía mucho tiempo, eso podía tener aunque fuera una pizca de sentido – ¿cómo comenzamos una investigación como esta? ¿Crees encontrar algo en la biblioteca?

- Ahí tienen archivado todo sobre el pueblo, quizá tenga suerte.

- Bueno… tengo que estar en casa a las 10 y ya son 10:30… prometo buscar algo en internet si tengo oportunidad – me dio un beso en la mejilla y se levantó para ir hacia la puerta. Iría a la biblioteca, pero primero necesitaba un vaso de agua y un poco de descanso, con suerte sin sueños esta vez.

El mismo sabor en cualquier vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora