Capítulo 28

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Escuchaba la sirena de la policía pegada a nuestros talones. Los movimientos de Louis entre los coches eran ágiles y bruscos. Sin embargo, sabía mantener la estabilidad de la moto. Cada vez que pasábamos por un semáforo teníamos suerte y este se ponía en verde, ayudándonos a no incumplir más normas de tráfico de las que ya habríamos incumplido. En un giro aproveché para mirar atrás y vi que no era uno, sino dos coches los que nos perseguían. La situación cada vez se ponía peor. El ruido de las sirenas se mezclaba con los cláxones de los coches que pitaban por la conducción temeraria de Louis. No estaba muy segura de que él supiera por dónde estábamos yendo. En una rotonda dio un giro inesperado y se metió por una callejuela la cual estaba totalmente desierta, ni siquiera tenía coches aparcados. Gracias a esa acción despistamos a uno de los coches pero el otro seguía detrás. Por la derecha salían ramificaciones de calles más estrechas y creo que leí el pensamiento de Louis porque, en cuanto tuvo la oportunidad, giró y se metió por una de ellas. El coche de policía era demasiado grande y se quedó parado a la entrada de la calle, sin poder seguir con la persecución. Aún así, dos policías salieron de él y empezaran a correr detrás de nosotros. Aunque fuera por poco, les habíamos sacado una ligera ventaja. Una vez que le tenía cogida la medida a la calle, Louis aceleró en un intento de dejarlos atrás y lo consiguió. Cada vez los hombres se hacían más y más pequeños en la distancia. Suspiré un tanto aliviada. No sabía qué hubiera pasado si nos hubieran pillado.

-¡Joder!- bufó Louis.

Delante, a pocos metros, había una valla de metal que nos impedía continuar. Tenía que ser una broma. Al llegar a su altura Louis se quedó parado, dubitativo. Yo no me lo pensé tanto y me bajé de la moto.

-¡Bájate!- exclamé desesperada.

No sabía en qué estaba pensando pero yo no me iba a quedar ahí a esperar a que nos arrestaran. Los policías que habíamos dejado atrás ya no estaban tan atrás y se apresuraban hacia nosotros. Parecíamos delincuentes. Por lo menos sentía como tal, sucia. Louis reaccionó al verme hacer aspavientos delante de su cara y bajó de la moto pero, una vez estuvo en el suelo, se quedó inmóvil.

-¡Vamos!- grité desesperada.

-¡No puedo dejar la moto aquí! ¡Se la llevarán!

Por primera vez pude ver miedo en sus ojos.

-¿Prefieres que te lleven a ti?- exclamé.

Tardó en entrar en razón pero, finalmente, decidió hacerme caso y se puso a maldecir su vida con toda clase de palabras malsonantes. Intenté meter un pie por una de las rendijas de la valla para escalar. No era muy alta pero yo no era muy hábil haciendo este tipo de cosas, mucho menos con las manos llenas de sudor por el miedo que llevaba en el cuerpo. Intenté subir como pude. Los pasos de los policías se escuchaban cada vez más cerca y eso hacía que me sudaran las manos aún más, haciéndome resbalar.

-¡Ayúdame!

Louis apoyó una mano sobre mi trasero y me empujó hacia arriba con tanta fuerza que caí de bruces contra el del otro lado. En un movimiento rápido, Louis escaló y saltó cayendo a mi lado. Se puso de pie y me ayudó a levantarme. Había tenido una mala caída pero la adrenalina del momento hizo que el dolor desapareciera en cuestión de segundos.

-Corre- me ordenó.

No me soltó la mano, tiró de ella mientras corría para que no me quedara atrás. A los pocos segundos escuché ruidos metálicos. Eran los dos policías que trataban de pasar la valla. Corrí con Louis no sé por cuánto tiempo. Les llevábamos ventaja porque ellos, al haber estado corriendo más tiempo que nosotros, se empezaban a fatigar.

Esto, en Nottingham, no pasaba.

Llegamos a un edificio alto. No supe qué tipo de lugar era aquel pero tenía un aparcamiento extremadamente grande. Debían de ser unos almacenes o un centro comercial. Louis tiró de mí hacia dentro. El sitio podría ser gigantesco pero estaba completamente vacío. Me daba mala espina. Tuvimos que correr un poco más rápido para poder llegar a las escaleras de emergencia antes de que los policías llegasen y nos vieran. La puerta hizo un ruido escandaloso a nuestro paso. Debimos ser más cautelosos. Ahora sabrían por dónde buscarnos.

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