Capítulo 11: Louis Tomlinson

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  No quería admitirlo, pero había extrañado el frío. Montevideo había sido un remanso de paz tras un agitado semestre y había sido realmente hermoso volver a su casa, solo que no lo había sentido de ese modo. El calor la abrazó en cuanto puso un pie en territorio uruguayo y la siguió abrazando durante toda la semana que estuvo allí. Fue una semana agotadora, si tenía que admitir. Había tenido que ver, reunirse y ponerse al día con todos los que había dejado atrás, en menos tiempo de lo que había estipulado a priori.

No se podía quejar, de todas formas, había vivido una semana magnífica. Pasaba cada una de sus tardes con Sara, mimándola, llevándola a la playa, comprándole juguete, abrazándola a cada minuto que pudiese.

-La consientes mucho - le había comentado Isabel, cuando Juliana volvía con su hija de la playa, el miércoles.

-¿No están para eso las madrinas? - se rió ella, con simpatía, feliz de tener a la niña junto a ella. Había sido, probablemente, a la persona que más había extrañado.

Por las noches, Juliana se dedicaba a repartir el tiempo entre sus amigos. Había ido a tomar un trago con Pablo y Lucía, luego había tenido una cita obligada con Lucía al cine, ya que la morocha la había arrastrado, había ido a cenar con Sebastián y había bailado toda la noche con Franco.

-Juliana, Juliana, no sabés cómo te extraño - le dijo al oído, en medio del apretado abrazo que se habían dado afuera del baile - adentro y afuera de la pista.

-Adentro de la pista te extraño mucho más - bromeó ella.

-Sí, apuesto que nadie te sacude como yo.

-Eso sonó tan sucio - rió.

-¿Encontraste academia de salsa? - le preguntó, interesado. Se sentaron en el cordón de la vereda a conversar, al margen de toda la juventud a su alrededor, ávida de entrar al local bailable. Necesitaba hablar con su amigo.

-Sí, pero no es lo mismo.

-¿Por? ¿Tu pareja de baile, baila mal? - bromeó.

-No, Rodrigo baila bien. Es cubano - aclaró - pero no es lo mismo, te extraño, Fran.

-Yo también te extraño, rubia - Juliana sabía que iba a agregar algo desagradable, algo que no le gustaría. Sabía que diría que había sido ella quien había querido irse, y tenía razón. La decisión había sido de ella y sabía que tenía que vivir con el dolor de la separación - pero siempre tendremos la salsa.

Cuando se subió al avión, Juliana tenía el corazón extasiado, pero estaba deseando volver a su casa. A Londres. De alguna forma, Montevideo se sintió como el lugar al que visitaría en vacaciones, el balneario donde veranear. De alguna forma, Londres era ahora su hogar.

La rubia sonrió con amplitud cuando el aire helado le dio en el rostro. No le importó, de hecho, se quedó parada en plena salida del aeropuerto, estática, disfrutando de la sensación de su rostro entumeciéndose. Volvía a casa, pensó feliz.

Dan la recorrió en el aeropuerto, a pesar de que había insistido, una y otra vez, que era perfectamente capaz de tomarse un taxi.

-Sé que lo eres - le había dicho él - pero quiero acompañarte.

Juliana sabía que no se podía discutir con hombres tozudos.

-¿Cómo estuvo Montevideo? ¿Tus padres? - preguntó con una sonrisa amable, mientras ponía su valija en la camioneta.

Esquivando se llega a One directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora