Capítulo 3: El arte sana

89 7 0
                                    


La pregunta le sentó tan ofensiva como si le hubieran preguntado si la Tierra giraba alrededor del Sol, como si estuviese poniendo a prueba su inteligencia. Juliana quería insultarlo, simplemente insultarlo por la estúpida pregunta y por todas las cosas mal que había hecho en el pasado.

-¿Es en serio? - preguntó asombrada. Sin embargo, optó por la incredulidad, sin dejarse llevar por la ira, que volvió a guardar en aquel rincón de su mente.

-Bueno, es una pregunta válida - dejó las palabras flotando, pero Juliana sabía perfectamente qué iría a continuación. Niall todavía creía aquella mentira que le había dicho en la desesperación por soltarlo. Él se había creído todas las palabras que habían salido por su boca aquella noche, pensó compungida. Lo sabía. Lo había sabido desde el primer momento, pero escucharlo de sus labios, directamente de sus labios, lo hacía demasiado real. Aún después de cuatro años, la rubia lo seguía considerando como uno de los errores más grandes que había cometido en su vida.

-No puedo creer que realmente hayas considerado que te oculté un embarazo y un bebé por cuatro años - soltó con incredulidad.

-¿Entonces no lo hiciste? - Juliana aún podía ver la duda en sus ojos. Se sentía francamente ofendida.

-No, Niall, nunca podría ocultarte un embarazo. ¿Piensas que puedo privarte de conocer a tu hija? ¿Piensas que puedo privar a una niña de conocer a su padre? ¿Ese es el concepto que tienes de mí? - lo dijo con la tranquilidad suficiente para que él supiese que hablaba condenadamente en serio.

-¿Entonces quién es la niña en tu celular? - podía ver que no le creía, que todavía no confiaba en ella, que tenía dudas. Aunque había llovido mucho desde entonces, Juliana se sintió dolida ante la desconfianza.

-Es Sara, mi ahijada. La hija de Isabel, mi mejor amiga.

-Ah - su tono de voz fue insulso y por un momento Juliana pudo atisbar cierta decepción en su expresión.

-La niña es rubia porque su padre es rubio y sacó los ojos marrones de su madre. Eso es todo. No es mi hija - repitió con decisión, pero en cuanto las palabras salieron por su boca no pudo evitar que la ira se escapara del rincón donde la guardaba.

-Honestamente, Niall - le dijo, enojada - ¿qué clase de persona piensas que soy para hacer algo así? - hizo una pausa y negó con la cabeza, decepcionada - deja, no me contestes.

Cuando se subió al ómnibus, toda mojada, Juliana pensó que realmente tenía cierta fascinación por las salidas dramáticas, puesto que, después de decir aquello, se dio media vuelta sobre sus talones y se adentró en el Montevideo lluvioso, dejándolo con la palabra en la boca.

No podía evitar pensar, sin embargo, lo mucho que lo había extrañado. A él y al resto de los muchachos. Había extrañado las risas, las bromas, reunirse alrededor de una pizza y jugar campeonatos de playstation. Había extrañado la naturalidad con la que todo fluía en ese entonces. Eran ya hombres, pensó asombrada, sin dar crédito al paso de los años. No podía creer, simplemente no podía creer que Liam se hubiese casado. Liam se había casado y ella no había estado ahí para él, cuando él siempre había estado para ella. De alguna forma, se sintió culpable por no estar. Si a lo mejor se hubiera mantenido en contacto, pensó indecisa.

No, reculó. Yo me fui de Londres. Me fui. Me fui con la cola entre las patas. Ellos deberían haberme dicho algo y no lo hicieron, se dijo con extrema firmeza. De pronto, se encontró resentida por su lejanía.

No, se dijo. Ya superé esta etapa. Era una persona nueva, tal como pensaba, pero haberlos vuelto a ver había sacudido los supuestos en los que se sostenían sus propios cimientos y se sintió insegura. Había vuelto a abrir heridas que pensaba cerradas, pero que aún supuraban. Agradeció que, en el breve e incómodo encuentro se hubiesen cicatrizado. Había cerrado esa etapa, concluyó, segura de que no los volvería a ver más.

Esquivando se llega a One directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora