Capítulo 7: El pájaro voló

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En cuanto terminó de hablar con Zayn, que rebosaba de alegría desde el otro lado del teléfono, Juliana sabía con quién debía hablar primero. Se tomó un ómnibus en cuanto salió del trabajo, al día siguiente, sin realmente importarle saltearse una clase de la facultad. Volver a la rutina era cansador. Sabía que era la persona más sensible y por tanto, sabía que tenía que hablar con Sebastián primero.

Todavía recordaba cómo él había sido un puerto seguro donde anclar tras su regreso. De hecho, cuando su avión aterrizó en el Aeropuerto de Carrasco, en lo único en lo que podía pensar era en los brazos de Sebastián rodeándola. Sin avisarles a sus padres de su pronto regreso, Juliana se tomó un taxi y se dirigió a la clínica de rehabilitación donde él se alojaba. Entró en ella diez minutos después. Estaba bastante lejos del centro de la ciudad y aquello les había encantado a sus padres, puesto que estaban convencidos que el contacto con el campo y la vida sencilla lo ayudaría.

El taxi estacionó en el portón rústico de madera de la entrada y, todavía llorando, Juliana tocó el timbre, con sus valijas en las manos. Ni siquiera se le pasó por la cabeza pensar que las enfermeras que la atendieron esa tarde creyeron que era una interna nueva. Lo primero que dijo en cuanto tuvo contacto con uno de ellas, era que necesitaba hablar con Sebastián Ayelén.

Su ex novio se encontraba leyendo un libro cuando Juliana entró cual bólido en su habitación y lo abrazó. Juraría que había llorado cerca de dos horas en sus brazos, sintiéndose segura entre el conocido perfume y queriendo no salir de allí. Él se limitaba a acariciar su pelo, sus brazos y su espalda con delicadeza, sin hacer preguntas, en silencio, simplemente estando ahí para ella.

Cuando fue capaz de hablar, preguntó:

-¿Qué pasó, Rosita? - la rubia sonrió por el apodo y lo volvió a hablar.

-Me acaban de destrozar, Seba - contestó compungida, con la voz ronca y gangosa de tanto llanto.

Rápidamente Sebastián pasó a formar parte del equipo en contra de Niall y se volvió un apoyo muy importante en los meses de oscuridad. Aún cuando Juliana quería encerrarse en su cuarto a oscuras y abstraerse del mundo, se obligaba a visitarlo, presa de una promesa que le había hecho ese día. Creía firmemente que esas visitas semanales la habían mantenido cuerda. De modo que, ahora que se iba, sabía que debía decírselo, fundamentalmente porque era consciente de que aquellas vistas no la ayudaban solo a ella.

El olor a rosas la impactó en cuanto puso un pie en la casa. Después de estar ocho meses en rehabilitación, Sebastián había sido transferido a su casa, pero aún continuaba con su tratamiento ambulatorio y el pelo de Juliana era testigo del éxito de su recuperación. Mónica le abrió la puerta con una sonrisa, como solía hacer siempre, consciente de que si aún tenía a su hijo consigo era por esa mujer que lo visitaba asiduamente.

Ni Juliana ni Sebastián era lo único que había cambiado, también la casa de él lo había hecho. Las fotografías que se veían ya no eran únicamente de los logros y éxitos de Martín, sino también de los del hijo pequeño. Aunque minúsculo, sabía que aquello había sido un paso importante en el cambio. Por lo que contaba, se sentía más querido que nunca y la rubia solo podía estar orgullosa de él.

-Juli, ¿cómo estás?

-Bien ¿y tú, Mónica? - no esperó a que la mujer contestara y agregó - ¿Seba?

-En su habitación - usualmente, Juliana se tomaba el tiempo para charlar con ella antes de subir. La madre de Sebastián se había comportado muy bien cuando habían sido novios y no podía ignorar ese detalle, pero en ese momento, poco importaba la cordialidad.

Esquivando se llega a One directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora