17 pisos

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La vida da demasiadas vueltas que aún no entiendo. No puedes saber cual es el principio ni cual es el final, porque todo es un círculo. Los círculos no acaban ni empiezan. Al menos, eso nos enseñaron cuando niños. Así que es muy difícil contar desde el comienzo este círculo. No es muy diferente a otros, pero no es igual a ellos. Por eso vale la pena ser contado. Porque no es lo mismo, ni es diferente; sino todo lo contrario. 

Cierto es, que este círculo empieza con un sueño. Aunque antes de ese sueño, también había historia. Y antes de esa historia, aún seguía habiéndola. Porque para contar una historia, tendrías que contar porque pasó lo que ha pasado; y tendríamos muchos número que leer. Mi objetivo no es aburrirte, así que comenzaré por contarte como llegué a ese piso 17. 

¿Has visto alguna vez esos pájaros metálicos que te llevan a cualquier parte, si tienes los números suficientes para ello? Bueno, subí a uno de esos, y aterricé en algún lugar que empezaba por c. El puerto para esos pájaros, está rodeado de calor, pero adentro no lo hace. Tuvimos que cargar nuestras cosas hasta un bus, que es como un camión para vacas, pero con sillas, gente y números. Allí llegamos a un lugar lleno de más gente, más calor, y más aire artificial que intentaba apagar ese calor. Ese lugar estaba rodeado de más lugares así. Decía ser único, pero volteabas a ver a cualquier lugar y sólo encontrabas más lugares iguales. 

Le pedí que me acompañara, porque no quería ir sola. Aunque pude haberlo hecho no lo hice. ¿Por qué no lo hice? 

Y allí estábamos, bailando en la cornisa del piso 23. Observando desde arriba, la cuidad y sus vicios. Observando el mar intocable, porque ellos no me dejaban acercarme. Oliendo la brisa sublime y perspicaz que llegaba desde todos los lugares y ninguno a la vez. Intentábamos entender cosas, que no tenían porqué ser entendidas. Mirábamos para arriba, para abajo, y para arriba otra vez. Quizá no me dejaron ir sola, porque tenían miedo de que me fuera a caer por el borde. O me fuera a ahogar con tanto aire, o con tanta agua. O que el mismo fuego me ahogara. O que me quedara enterrada y la tierra misma fuera quien me matara ahogada. El caso es que tenían miedo de que me fuera a ahogar; por eso me ataron a sus hilos invisibles; no muy fuerte, pero si muy intenso. No me dejaron ir de su lado, no me dejaron ser libre. Y dolió. 



Lo contrario a la mitadWhere stories live. Discover now