Estoy tan cansada de decir tantas cosas y no hacerlas

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De decirme mil veces que debo alejarme de tus ojos, pero de tanto pensar en ellos, enamorarme cada vez más. 

Quizá jamás pueda olvidarme de tu existencia, porque es lo más bonito que he visto en este jardín. Porque un día íbamos caminando de la mano, cantando una canción bonita, o quizá tarareándola. Entonces las dos miramos al piso al mismo tiempo, o quizá íbamos mirando al piso desde antes. 

Y allí estaba. Era una flor diminuta, indefensa. Era azul, el color que yo te dije que era mi favorito. Gritamos al mismo tiempo, como dos niñas pequeñas. Y nos tiramos junto a esa flor, a admirarla. Buscaste mi celular, que se había vuelto un celular compartido; muchas veces era más tuyo que mío. Le tomamos fotos a esa pequeña flor. Y nos quedamos acostadas un poco, azulado estaba el cielo. Tú sonreías.

Pero al levantar la vista, nos dimos cuenta que existían miles de pequeñas diminutas flores regadas por todo el campo, al rededor de la primera. Yo pensé, que aunque existieran miles de otras flores iguales, esa siempre sería la primera. Aquella flor indefensa, siempre sería aquella flor indefensa. Y aquel sol que me miraba y me calentaba (O me dañaba los ojos) sería ese sol siempre. 

Sin darnos cuenta, matamos esa flor porque nos acostamos cerca a ella. Le prestamos demasiada atención, y eso la mató de lo chiquita que era. Pero no nos importó.

–¿Sabes por qué?– Ella dijo. Supe que era una pregunta retórica, de esas que no son una pregunta realmente. Esas que sólo dice para poder seguir hablando, pero que no me pregunta realmente porque quiera saber la respuesta. No me pregunta si yo sé, me pregunta si yo quiero saber que ella sabe. Y si quiero, entonces haciendo con la cabeza y ella sigue hablando. 

–Porque ahora sabemos que esa flor no es la única flor. Si fuera la única, la cuidaríamos como si realmente fuera la única. Pero no lo es. Entonces sólo la dejamos morir sin que nos importe en lo más mínimo. 

Sonreí sin ganas. Ni siquiera busqué el cadáver de aquella pequeña flor, antes de irnos. La tomé de la mano, y decidí olvidar. Porque suelo olvidarlo todo, cuando voy de su mano. 

Por suerte, no olvidé a donde íbamos esta vez. Ella lo recordaba muy bien (Aunque eso fuera antes de las caminatas nocturnas) Ella lo recordaba, porque yo había puesto una alarma de aliens para recordárselo. Aunque ella lo hubiese recordado de todas maneras, porque ya la habían regañado antes muy fuerte, por no llegar a tiempo. 

1:11am Sueles no llegar a tiempo a ningún lugar. Sueles no llegar, algunas veces. 

Aún sigo esperándote. Aunque no sea mi cumpleaños, ni sea una hora apropiada para que vengas. Sigo esperándote, aunque nunca fui buena para esperar. Sigo pensando que vendrás, como una ilusa. Suelo esperar demasiado de ti. Y quizá, muy en el fondo sé, que no puedes dar una mierda.

Lo contrario a la mitadWhere stories live. Discover now