Chocolatinas y chicles.

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A veces siento. Estaba esa clase de saludos secretos que ella y yo siempre ensayamos para despedirnos. La extraño a veces, pero no puedo evitarlo. Desprenderse del pasado es difícil, a veces imposible, a decir verdad. 

Ella dice que la narro muy feo. Pero si digo cosas hermosas de ella, quizá se enamoren de ella, y yo, la pierda para siempre. Cada vez que pasan los días, los aparatos cambian. Las múltiples personalidades cambian. Eso me lo ha dicho ella, sentada en algún sofá azul. 

No quiero acusarla, pero ella es tan exactamente igual a él. Agresiva, con pecas, ojos lindos, irrespetuosa. 

Pero está ésta increíble diferencia: El sexo. Ella y él. Femenino y masculino. Los géneros son extraños– Decía mi psiquiatra al teléfono. –Aún no los entiendo del todo

Alguien me ha dicho que escribiste un cuento. Pero según dijeron las malas lenguas, ese cuento era para alguien más. 

Sé que a veces me camuflas demasiado bien, para que los demás no puedan verme. Pero a la vez sé, que hasta te camuflas a ti misma, porque olvidaste el sitio donde me dejaste a mi. Hasta yo misma olvido el sitio en donde me dejaste. 

Disculpa, estaba perdida viendo el sol de tus ojos. Sabes que a veces el sol me lastima los míos, por eso necesito gafas. ¿las has visto? Son así de grandes, de color rojizo azuloso. La optómetra me dijo que era un color extraño de definir, entonces que mejor no lo perdiera para no tener que dar estás explicaciones. 


Lo contrario a la mitadWhere stories live. Discover now