"Esa noche ella fue muy cruel"

3 0 0
                                    

"Esa noche ella fue muy cruel"

Era la última noche de todas sus vidas. Estaban juntas, pero seria la última, entonces desimportaba demasiado. O quizá, importaba más de la cuenta. Era de madrugada, así que realmente la noche ya había pasado. Eran dos noches, convertidas en una. Ellas eran dos almas convertidas en una.

A ella le quedaban pocos ojos para mirar, porque todos los que tenia de le iban pudriendo. Se le iban cerrando. Se le iban cayendo de la cara, como los brazos, las piernas y las lágrimas. A veces desconocía su fuerza y entonces lo destrozaba todo.

Por eso, esa noche que eran dos noches, que eran madrugadas, decidió partir. Quería quedarse. Pero sabia que llegaría un momento en el que lo destruiría todo. Destruiría todo ese mundo que habían creado juntas. Había prometido quedarse hasta terminar de construirlo.

Había prometido. Ese era el problema. Que las promesas se rompen al igual que los cristales. Al igual que las ventanas de las casas flotantes. De los gallos llamados gallos, o de los perros llamados perros. O los gatos llamados gatos, pero que en realidad son perros porque a ella los gatos le dan rinitis.

Las promesas de rompen y ella lo sabia. Pero de todas maneras prometió, porque pensó que lo lograría. Y luego se fue con todos sus miseros cristales rotos. Porque al final, lo rompió todo.

Recuerdo que las dos lloraban, cada una a su manera. Ella sin lágrimas, parada en el borde de la puerta. Con un paso muy cerca del otro, a punto de marcharse. Pero antes de irse, ella pronunció unas palabras que sonaron como golpes y yo volteé.

–No quiero nada tuyo, nunca más– Usó esa palabra, porque sabe que me lastima. Usó esas palabras porque sabe que son fuertes, y yo soy lo contrario. Usó la palabra que más me lastima, porque siempre será más fuerte que yo. 

Intenté sonreír, pero me faltaron ganas. Así que estire la mano, para recibir el libro que me daba. Ella le dio un golpe a mi mano mientras abría el libro en la ultima pagina.

–Así que aquí estamos. Este es el final entre tú y yo– dijo con malicia cuando arrancaba con furia la ultima pagina del libro de lo que fue nuestra historia de amor.

Intenté hacerme la fuerte otra vez, pero en este punto me fue imposible. Me había roto a mi también. Me había arrancado las paginas a mi también; una a una. Así como hizo con las ventanas del barco, o con los cristales de la casa. Con las barandas del hotel, con los audífonos prestados, con los otros audífonos que compartíamos, con las cartas, con los dibujos, con las promesas. Con el libro. Y ahora a mi.

Rompí en llanto. Escuché el libro recién mutilado caer sobre el piso de madera del barco. La vela tembló de miedo, cuando con un soplo la apagó.

Me quedé a oscuras, tapándome la cara con el brazo, ocultándome de tanta oscuridad.

Quizá ya había amanecido del todo, pero en mi memoria el recuerdo estaba oscuro ya que vivía en el sótano del barco. Ella conocía el camino de vuelva a la cubierta; yo jamás lo conocí. Por eso iba de su mano a todas partes para jamás perderme.

Esa noche me soltó la mano para siempre.

Seguía sintiendo su presencia entre la oscuridad. Al fin logré reunir fuerzas para pararme de allí. Le di a la vela las mismas fuerzas para que se prendiera otra vez. Busqué en compañía de la vela, la última pagina del libro, pero había desaparecido del suelo.

–Cuando termines de leer la historia, vendrás a buscarme. Yo tendré la ultima pagina. Yo estaré aguardando por ti, para que puedas leer el final– susurró el viento que entraba por la ventana rota, porque ella tampoco estaba allí.

Lo contrario a la mitadWhere stories live. Discover now