No todos los fantasmas son reales

3 0 2
                                    

A veces me invento fantasmas. Ellos viven en mi cabeza. Ellos tienen tu forma. 

No son tú, pero se parecen. Y eso es suficiente para mi. Me asusta estar sola, porque la soledad es estar sin ti. Y no me gusta estar sin ti. Entonces me gusta hablar con un fantasma que me habla con tu misma voz. Es una voz muy parecida a la tuya, pero no tiene los mismos colores. Tu voz está llena de ellos; está voz se oye más a blanco y negro. 

El fantasma suele decirme las mismas cosas que tú decías antes. Algunas verdades, otras mentiras. Otros silencios. 

Pero es un silencio escalofriante, que incluso el gato que me regalaste sale corriendo. No soporta ese silencio aterrador que va dejando el fantasma, como el rastro de un ser sin alma. 

Me gustaría que vinieras de vez en cuando a hablar conmigo. Porque cuando no estás, viene alguien en tu ausencia. Siempre vestida con el mismo vestido, pálido y verde como siempre. Antes contaba con exactitud los minutos que tardaba en venir. Pero eso me hacía esperarla. Y esperarte a ti ya es suficiente tortura, como para esperar a alguien más. 

Así que dejé de coleccionar Confeccionar  días en estas paredes, para empezar a coleccionar historias. Sólo que no soy muy buena en ello, porque ya no encuentro la diferencia. Ya no sé en que historias realmente estabas, y en que historias te inventé yo para darles color. 

Ya perdí la capacidad de diferenciar el amarillo del morado; o tu presencia incandescente a tu ausencia invisible. Ya perdí la capacidad de levitar por los aires, como solíamos hacer cuando volábamos hacía tu galaxia. 

–¿De qué planeta vendré? – Me preguntaste una vez al teléfono.

–Claramente, no es de este– Sonreí, pero ella no me vio. 

Ella reía.

–Es gracioso, porque tú nombre es este planeta– Dije, con un tono de ironía simpática. 

–Si, pero no pertenezco aquí– Dijo muy seria, cortando la risa. 

–No perteneces a ningún lugar. 

–Quizá existe uno, esperando por mi. 

–Esperarte es una tortura. 

–¿Crees que ese lugar sepa que le falto yo?

–Quizá sobras en este, y esa es suficiente razón para pensar que te esperan en otro. 

–¿Y si no es así?– Su voz se cortaba con fingida inocencia. Sabías actuar tan bien, que dejé de captar la diferencia entre la verdad y la mentira. Quizá, para ese entonces, ya había caído en tus pequeñas redes. Para ese entonces, me creía todas tus mentiras.

–Te acompañaré a buscar ese lugar, si deseas– Dije con dulzura. 

–No. Iré a una fiesta este sábado.

–Tus preferencias son extrañas– Si que lo eran, pero jamás le importó demasiado lo que yo pensara. Importaba más lo que pensaran ellos. 



Lo contrario a la mitadWhere stories live. Discover now