Capítulo 8

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—Te lo vuelvo a preguntar: ¿Qué haces aquí?— por las palabras secas y duras del chico me he dado cuenta de que no se llevan bien.

—Tranquilo, solo vine a pedirte que me dejaras quedarme esta noche en tu casa. Mi apartamento ha sido hipotecado y no tengo suficiente dinero como para pagar un hotel— se encoge de hombros.

—Ese es tu problema, yo ya tengo los míos. Te dije que no quería volverte a ver— Castiel se acercó a Debrah en unas zancadas para tomarla del brazo y llevarla fuera de su casa.

—Solo una noche te pido, ¿No crees que si hubiera tenido otra opción la aceptaría?

—Castiel— susurro estrujando la tela de su prenda, pero él me aparta—. No se lo que haya pasado entre ustedes pero siempre hay que dar la mano al que está en apuros.

—¿Por qué no me puedes ayudar esta vez? ¿A caso es que no quieres a otra más en la casa?

—No hablo más— responde y cierra la puerta en la cara de la chica. En un abrir y cerrar de ojos se da vuelta para mirarme. Instintivamente retrocedí mientras él se erguía para hacerme quedar a un más pequeña—. En mi vida, no vuelvas a meterte— dijo para retirarse de nuevo.

Me dejé caer al suelo y Demonio vino a mi lado, como si supiera que necesitaba a alguien que me consienta y me empieza a lamer la mano. Cuando ya me sentía más decidida volví a la cocina para servir la cena. Luego de que terminara de comer, tome una bandeja y un vaso con jugo de naranja seguido de volver a subir las escaleras. Llegue de nuevo frente a la puerta con el dibujo de una calavera y un cartel de no pase, entrando para ver a Castiel acostado boca arriba en su cama de nuevo sin su camiseta. Su pecho subía y bajaba rápidamente. Caminé a su escritorio dejando lo traído en él y posteriormente sentarme al borde de su cama.

—Oye perdona mi incumbencia. No volveré a tocar un tema el cual no me has dado permiso pero si te molesta algo que haga o diga solo tienes que decírmelo, no me lo eches en la cara como si lo supieras todo.

—No te entiendo. Yo soy quien te ofende y tú vienes a disculparte— se sienta cruzando los brazos sobre su cabeza.

—Bueno que te puedo decir. Desde pequeña me han enseñado a no insultar ni enojar a nadie, además de que tengo que tomar responsabilidad de mis acciones. Venimos de mundos muy diferentes, sin embargo hay cosas que nunca cambian, como el pensamiento de cada persona. Puede ser que a ti el molestar a alguien sea una forma de hacerte sentir bien mientras para mí, es una tortura a mí misma de una manera no directa. A veces solo quiero pegarte una patada entre las piernas más eso no es lo que me han enseñado. Mientras tú no confías, yo me entrego. Y eso me preocupa.

—Sam, todo tiene ventajas y desventajas por más agradable que veas las cosas. No tengo idea de dónde vienes o cómo piensas, pero yo tengo mis razones para cada paso que doy.

—Ambos somos un misterio para el otro. Todos tenemos secretos.

Se crea un silencio.

—Ehhh creo que esto se volvió algo tenso...

—Sirve de algo y pásame mi plato— dijo con una sonrisa burlona.

—Primero: no soy tu sirvienta, segundo: ni siquiera somos familia, y tercero: ¡al menos di POR FAVOR!— le espeté dándole lo que quiere y me acuesto a su lado.

Rock your heart CDM #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora