capitulo 15

29.3K 1.9K 437
                                    

            Ni siquiera sabía ya por qué había ido allí. Los mugrientos amigos de Keith eran exactamente como se los había imaginado que podrían ser la gentuza como esa: unos salvajes malolientes. Sus modales eran grotescos y su estilo de vida deprimente. Había accedido a sus exageradas invitaciones por unirse a ellos y se había arrepentido nada más oler el disolvente y el desagradable olor a pintura. Pero sólo había fulminado a Keith con la mirada cuando se había acercado a él después de permanecer un rato apartado en una esquina, lo más lejos posible de la pared que estaban pintando en aquel... lugar, y le había tendido una brocha.

            —Ya que estás aquí... —había dicho, insistiendo para que cogiera la bocha llena de pintura aún fresca.

            Él había mirado la brocha, un momento, y había levantado la mirada de su mano a su cara.

            —Ya que estoy aquí, ¿qué?

            —¿No crees que deberías echar una mano?

            —¿Y por qué debería hacerlo?

            Su amiguita, de quien ya no recordaba el nombre y que tampoco deseaba volver a oírlo, no había dejado de mirarlos con curiosidad y posiblemente había sido el único momento que no se había abalanzado sobre el cuello de Keith. Mirase como mirase, aquello se parecía bastante a tener una sanguijuela pegada a la piel. Izan estaba seguro que ese era el motivo por el que le daba tanto asco ver sus escenitas

            —Seria lo más normal.

            Se habían mirado.

            —¿Normal para quien?     

Lo habría golpeado... sí, lo habría hecho si no hubiera sido por aquella chica completamente vulgar —la que se asemejaba asquerosamente a una sanguijuela—, que no dejaba de pegarse a su espalda —incluso no había podido resistirse y se había terminado acercando hasta detenerse al lado de Keith, agarrándole por la cintura—, y jamás hubiera aceptado que el impresentable hubiera malentendido algo.

No había durado mucho tiempo más allí metido.

            —Espera.

            No se molestó en girarse.

            No había considerado necesario tener que emplear la etiqueta basica de cordialidad y acercarse a aquella basura para despedirse; sencillamente se había marchado, teniendo especial cuidado de no mancharse la ropa y de no mirar hacia Keith. Se sentía inexplicablemente irritado y sucio, como si la porquería y mediocridad de ese lugar pudiera impregnarse en el cuerpo.

            —Déjame en paz.

            —Te dije que no era buena idea que vinieras.

            Keith lo alcanzó fácilmente y lo interceptó antes de que llegara hasta la puerta delantera del coche.

            —He podido notarlo solo, gracias por hacérmelo ver.

            Se dio la vuelta y cambió de camino para llegar a la puerta sin tener que apartarlo.

            —¡Eh!

            Resopló molesto y no se detuvo, pero cuando abrió la puerta, Keith la cerró antes de que tuviera ocasión de entrar.

            —¿Qué crees que estás haciendo?

            Se giró furioso y dejó su cara al nivel de la de Keith. Los dos se miraron a los ojos durante unos segundos sin decirse nada más.

El camino del amor (chico x chico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora