Keith abrió los ojos despacio, acomodándose lentamente a la luz abrasadora que le dañaba los ojos. Le dolía la cabeza, pero mucho menos que días anteriores y aún tenía el recuerdo del calor del cuerpo que había abrazado antes de quedar dormido.
—¡Mierda!
Levantó el brazo con el que había rodeado firmemente la cadera de Izan, apretando su espalda contra el pecho. Ni siquiera recordaba haberlo visto forcejear para liberarse de su abrazo y mucho menos el momento que se levantó y se marchó antes de quedar dormido.
Dejó caer el brazo con un gruñido y se levantó del sillón, sacó una camiseta limpia del armario y se cambió rápidamente antes de salir de la habitación.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había terminado en ese estado, y era la primera vez, desde que había utilizado el sexo como excusa para poder dormir con alguien, que conseguía descansar abrazando a alguien solo por el placer de sentir el contacto y el calor de alguien cerca de su cuerpo.
Pero había tenido que ser Izan.
—¡Mierda!
No lo había pensado. Llevaba todo el día desesperado. Después de cinco días sin dormir había llegado al límite de lo que recordaba y hacía tiempo que había pasado la etapa de niñez en la que se escabullía dentro de la cama de su madre para poder dormir. Eso lo habían sustituido las sesiones de sexo desde los trece años... y ahora... ¡Mierda! ¿Por qué se había dejado llevar hasta ese punto? ¡Y con Izan! ¡Izan! Sólo pensar en ello se le ponía un nudo en el estomago.
Bajó las escaleras y escuchó ruidos en la cocina. Se detuvo frente a la puerta un instante y tras coger aire mientras repasaba mentalmente unas rápidas explicaciones que había ido inventando por el camino, abrió y trató de mostrarse todo lo natural que pudo.
Izan era el único que se encontraba allí, con la mitad del cuerpo dentro del frigorífico. Al oírlo entrar se detuvo un momento, pero reanudó la búsqueda de lo que fuera que buscaba ahí dentro segundos después, sin girarse.
Keith rodeó la mesa y caminó despacio, sin apartar la mirada de refilón del cuerpo encorvado que sobresalía de la nevera, con una mano sujeta a la puerta, con los nudillos demasiado blancos como para no suponer que estaba ejerciendo bastante presión en ella.
—Lo de anoche...
—¡No quiero saberlo!
Keith se calló. Izan había dejado de enredar en el interior y tras un momento que pareció eterno, se enderezó y cerró la puerta del frigorífico de golpe, pero tardó otro instante en girarse y encararse a él. Keith lo estudió detenidamente. No había esperado la reacción de Izan en primer lugar; con un desesperado intento por mantenerse sereno, con los puños apretados y los nudillos blancos, muy pegados a los costados con los brazos y los hombros tensos. Keith levantó la mirada hasta detenerse en sus ojos, el derecho ligeramente oculto por unos pequeños mechones rebeldes de pelo ondulado. Keith suspiró.
—Aún así creo que...
—¡No! —Izan sopló varias veces para tratar, sin éxito, de apartar el pelo del ojo sin tener que separar los brazos del cuerpo—. Fuiste tú... —Keith enarcó una ceja ante el inminente cambio de color de cara de Izan, pasando del blanco al rojo y tras varias inhalaciones preocupantes, levantó el brazo con esfuerzo y lo señaló acusadoramente con el dedo—. Fuiste tú quien dijo que mantuviese mi mierda alejada de ti, ¿no? ¿Y qué hay sobre ti? ¿No deberías mantener tu mierda lejos de mí?
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El camino del amor (chico x chico)
Ficção AdolescenteKeith, un chico orgulloso y atractivo, se ve envuelto en una tortuosa relación de odio con Izan, el hijo del marido de su madre. Los dos se odian desde el primer momento que se ven, chocando en personalidad y en las raíces a las que pertenecen, prov...