—¿Dormir? —preguntó Izan cruzando los brazos sobre su pecho—. ¿Quieres dormir?
Keith sacudió la cabeza despacio, interponiéndose entre la puerta de salida por si Izan decidía marcharse antes de que él pudiera hablar.
—No.
—Acabas de decir...
—Hace tan sólo un minuto no imaginaba que la habitación no estuviera vacía.
Durante un momento, Izan lo miró en silencio, con los labios muy apretados y Keith se lamentó no haberse mordido la lengua. Seguía enfadado. Eso era evidente y parecía que cada cosa que él decía, no ayudaba a que Izan cambiara de humor.
—Mejor me voy.
Izan pasó por su lado, sin mirarle, con varios rizos cayendo sobre el lado derecho de su frente. Keith se movió hacia su izquierda, bloqueándole la salida y lo agarró del brazo, obligándole a levantar la cabeza para mirarle, pero no fue una mirada tranquila, llameaba en esos ojos claros. Keith suspiró.
—Quédate.
—Acabas de decir...
—¿Puedes olvidar lo que acabo de decir?
—¿Olvidar, qué?
Izan giró bruscamente la cabeza, dejando su rostro a escasos centímetros del de Keith y ninguno de los dos dijo nada más, sorprendidos. Keith lo miro fijamente, perdiéndose en la mirada de Izan y antes de que volviera a pensar en algo, inclinó la cabeza rozando suavemente los labios de Izan antes de que el otro se apartara sorprendido.
—Pensaba que habías dicho que... —soltó Izan a la defensiva, con un ligero rubor en las mejillas, y un mohín en los labios.
—No recuerdo haber dicho nada —gruñó Keith.
—Te ha molestado que entrara a...
—¡Oh, déjalo! —musitó Keith, tirando del brazo con fuerza para atraerlo hacia él; lo agarró por detrás del cuello con la mano y volvió a besarlo, agradeciendo que Izan no se resistiera, entreabriendo los labios para que su lengua entrara fácilmente entre ellos.
No fue un beso agresivo, para ninguno de los dos. Keith notaba la presión de sus propios dedos en el brazo de Izan, delgado, apretando su piel sobre el jersey de lana, el suave cabello de la nuca enredándose entre la mano que mantenía aferrada a su cuello y el calor palpitante de sus labios, saboreando la boca de Izan. Cuando finalmente separó su boca, manteniendo la proximidad al punto de casi rozar los labios, Keith liberó lentamente la mano que agarraba el cuello de Izan, bajando la mano hasta dejarla en su costado, sin apartar los ojos de los de Izan, respirando entrecortadamente.
Un polvo fácil. Es lo que hasta ahora habían sido sus rápidas relaciones de una noche. Nunca había estado interesado en ninguna de las chicas con las que había tenido sexo. Ellas, cruelmente, saciaban de alguna manera dos de sus necesidades; la física, como la de cualquier hombre sano de su edad, y la psicológica, sirviendo de terapia para poder dormir. En ese momento, mientras se debatía entre las ganas de tocarlo, de levantar el maldito jersey de lana y acariciar la piel blanca de Izan, y el naciente enfado que le producía el hecho de que Izan no hubiera movido ninguna de sus manos para tratar de sentirlo, de tocarlo mientras se besaban, lo alejaban bastante de lo que había buscado hasta ahora de un polvo fácil.
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El camino del amor (chico x chico)
Novela JuvenilKeith, un chico orgulloso y atractivo, se ve envuelto en una tortuosa relación de odio con Izan, el hijo del marido de su madre. Los dos se odian desde el primer momento que se ven, chocando en personalidad y en las raíces a las que pertenecen, prov...