Y después, ¿qué?

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(Literautas - marzo 2016)

No puedo creer que mi mejor amigo me la haya jugado de esta manera... Ni siquiera sé si seré capaz de perdonarle por esta traición...

Aquí estoy, con la chica que me gusta desde hace un año y con quien todavía no he cruzado palabra. La primera vez que la vi fue justo aquí, en el ascensor. Regresaba de la universidad a mi bola, como siempre, con los auriculares puestos; y le di al botón para subir a mi casa, en el cuarto. La puerta estaba a punto de cerrarse cuando una caja se interpuso en su trayectoria, bloqueándola para volver a abrirse. Y ahí estaba ella, cargando una pesada caja de cartón y haciendo equilibrios para que no se le cayese un grueso diccionario de alemán que asomaba por las solapas. Pude leer su nombre escrito sobre el cartón con rotulador negro: Patricia. Me quedé parado como un idiota cuando se puso a mi lado para darle al botón. Iba al tercero, justo el piso que pusieron en venta unos meses antes.

Desde entonces, mi colega siempre me pregunta por la vecina del tercero, me insinúa cosas y me presiona con frases del tipo: "¡Tío! ¿Cuándo piensas hablar con ella?" o "¡Venga ya! ¿No eres capaz de bajar a pedirle sal?". Y me cabrea muchísimo porque se pone muy pesadito. Pero lo de hoy ha sido el colmo... Hemos quedado para estudiar unos temas de la evaluación que tenemos la próxima semana y la hemos visto entrar en el portal. Le conozco y es un liante... Por eso le he dicho que subiésemos por la escalera, pero no me ha hecho caso, como siempre. Se ha puesto detrás de ella y le ha dicho "hola". Ella nos ha mirado y ha respondido con esa preciosa sonrisa que siempre luce. Lleva unos mechones de su cabello rubio recogidos con horquillas negras, mostrando su cara de niña y sus ojos azules de mirada dulce.

El ascensor ha llegado al bajo y ha abierto las puertas. Han salido los vecinos del quinto, un matrimonio muy mayor y agradable; y otra de las vecinas del tercero con su perro chihuahua. Como dos verdaderos caballeros, hemos dejado que Patricia subiese antes que nosotros. Después he subido yo, y por último mi colega, que una vez dentro se lleva las manos a la cabeza diciendo: "¡Tío! ¡Me he dejado los apuntes en clase!" El muy idiota ha salido del ascensor y las puertas se han cerrado. La situación no tendría la menor importancia si no estuviésemos parados entre el segundo y el tercer piso, atrapados en el ascensor. Y estoy seguro de que no es una casualidad... Con el mal rollo que me dan estos trastos... Cuando salga de aquí, se va a enterar el muy capullo...

—Bueno, Carlos... —dice— ¿Tu amigo espera algo con todo esto? —la verdad es que no tengo ni idea, pero me sorprende que sepa cómo me llamo.

—Mi amigo ya puede ir buscando campo para correr...

—No seas tan duro con él, hombre —se ríe—. Esto no está tan mal.

—¡Cómo que no está tan mal! ¡Estamos encerrados en un ascensor!

—Quizá sea la única manera de que podamos hablar tú y yo —se acerca... Mucho...— ¿Hay algo que tengas que decirme?

No me gustan las preguntas trampa, esas en las que digas lo que digas quedas mal. Pero ahora mismo no puedo pensar. Estoy agobiado de estar aquí encerrado.

—No mucho. Creo que ya te habrás dado cuenta de que me gustas desde hace algún tiempo, pero no tiene importancia.

—¡Cómo que no! Claro que la tiene...

—¡Chicos! ¿Estáis bien? —se escucha gritar a Fermín, el de mantenimiento, desde el hueco del ascensor. Justo en el mejor momento...— ¡Ahora mismo os subo!

Nos reímos. La mala suerte me persigue hasta dentro de los ascensores. No hay manera... Quizá no tenga nada que hacer con ella pero cuando salga de aquí voy a invitarla a tomar algo. Lo mismo acepta... 

Historias de Thai, recopilación de relatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora