C R Y B A B Y [51] EF.

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— ¿Miguel? —El castaño entró a la casa aún con la respiración agitada por ver corrido más de tres manzanas para llegar vivo—, tío, ¿Que cojones haces? —soltó un suspiro y rodo los ojos al ver a Miguel sentado en el sofá con una botella de alcohol en la mano, sus anteojos no los llevaba, por lo que se podía apreciar los pozos oscuros llenos de lágrimas en sus ojos.

— ¿Do-donde estabas? —tartamudeó dejando caer la botella al suelo, Rubén trago saliva caminando hasta él. Acarició su mejilla, limpiando con suavidad las lagrimas que aún salían de los ojos oscuros de su amante—, ¿Rubén?

—Tranquilo... aquí estoy—beso con delicadeza sus labios resecos y con un fuerte olor a licor—, debes dejar de beber, eso no arreglará nada, créeme, lo he intentado—sonrió con melancolía fijando su vista a la botella tirada en el suelo—, mamá también lo intentó... —frenó sus palabras; los recuerdos atacaron su mente y la ansiedad acarreó a su cuerpo. Sacudió fuertemente la cabeza, queriendo así, sacar todos esos malditos pensamientos, no podía perder la cabeza ahora, no frente a Miguel—. Vamos a la cama, debes descansar, has tenido un día lleno de emociones y mierdas, vamos.

Rubén estiró su brazo, enrollándolo en la ancha cintura de su pareja, levantándolo con pesadez y arrastrándolo por el living. Su madre debe estar con la familia de Beatriz, así que no se molestaría en llamar a su habitación. Le extrañaba el hecho de que su madre no estuviera a su lado en estos momentos en el que más le necesitaba.

Subieron las escaleras y sólo se podían escuchar las pisadas sonoras de ambos. Al llegar, Rubén empujó el cuerpo pesado de Miguel a la cama, cayendo a un lado. Sonrió al ver como el pelinegro abrazaba una almohada, cerrando los ojos en seguida, con tan sólo tocar la cama. Cerró sus ojos unos minutos después, no quería quedarse sólo y sumergirse en sus pensamientos ante el silencio y la oscuridad de la habitación.

××××

—Aquí—susurró casi inaudible. Camila suspiro nerviosa y avanzó por el pequeño trayecto, subiendo al puente en la soledad de la noche. Guillermo avanzó detrás de ella, teniendo en claro las intenciones de la chica, la sorpresa que llevó, fue grata, no había traído a nadie consigo, sólo era ella y Guille, nadie más. ¿Podrían estar a salvo? —. ¿Qué cojones tienes pensado? —preguntó. La chica de cabello azul hizo un severo "Shh" callando de inmediato al de pelo oscuro.

Siguieron avanzando hasta la dichosa casa, encontrando las luces apagadas en esta, parecía sola y abandonada, eso extraño demasiado a Guillermo. El pequeño girasol en la entrada, a un lado de la ventana que daba vista al interior del hogar, había desaparecido, ya no estaba.

La peli-azul avanzó y levantó su mano en puño, dando toques fuertes pero no molestos a la puerta, llamando con tranquilidad.

— ¿Buscan a Benet? —detrás de ellos habló la vecina que anteriormente había hablado con Guillermo. La joven chica dio un respingo y asintió con obviedad—, lo siento chicos, la señora y su nieta se fueron ayer. Me aviso que si tú venías, te dijera—la señora apunto al pelinegro—. No me dijo nada más, tampoco el porqué.

Ambos chicos la miraron sin comprender muy bien las palabras que la abuela de Rubén había dicho, pero también recordó (Guillermo) que su móvil había sonado frente a Colmillo, y era ella. Imagino que el motivo de la llamada era para informar el cambio de hogar y -supuso también- la dirección. Sonrió inconscientemente y se giró hasta dar con el rostro molesto de Camila.

—No sé donde podría estar—encogió los hombros y levantó las cejas burlón. Avanzó de nueva cuenta a la casa, mirando al interior, confirmando así, que los muebles, el comedor y más cosillas que adornaban el hogar habían sido recogidos—, no tengo ni la menor idea, Cami.

La chica frunció el ceño irritada por la actitud burlona del pelinegro—Vámonos—gruño Camila dando zancadas hasta la avenida y apretando los puños. Guillermo la siguió despidiéndose con la mirada de la señora vecina—, puta suerte de mierda—bramo nuevamente, pateando el suelo varias veces, dándole igual las miradas extrañadas de las personas que pasaban a su lado.

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— ¡Buenos días! —Rubén tendió a Miguel un par de pastillas para la resaca que seguramente tendría el pelinegro en la mañana—, tomate esto, te hará sentir mejor.

Miguel soltó un bostezo, gruñendo por la punzada de dolor que enseguida sintió al intentar levantarse. Rubén se aseguró de esconder las botellas y sobre todo el móvil de Miguel, quería que se sintiera en paz y pudiera procesar mejor tanta información sin tener el pendiente de cualquier cosa que le alterase. Su madre había estado encerrada toda la mañana, y Rubén no pudo ni saludarle.

— ¡Mierda! —llevó la mano a su frente, sintiendo cada vez más fuertes las punzadas.

—Tomate esto—volvió a tender las pastillas y sostuvo con otra mano el vaso de agua tibia—, te has puesto una peda—soltó una risilla mirando a Miguel tomar la bebida junto a las pastillas.

—Joder, hace cuanto que no lo hacía—sonrió con melancolía y Rubén supo que había tocado una fibra sensible, un recuerdo con Beatriz. Rodo los ojos levantándose de la cama y sacudió su cabello, despeinándolo más frente al espejo. Miguel observó esa acción y se levantó con cuidado, posicionándose a su lado, y enrollo sus brazos alrededor de la delgada cintura del castaño.

—Gracias—susurro en su oído y Rubén sintió un balde de culpabilidad caer en sus hombros—, Graci...

—No agradezcas—Miguel frunció el ceño—, no lo hagas, todo lo que he hecho por ti, es por amor, sólo por eso. Yo te amo, ¿Sabias? —se giró y abrazo con fuerza el cuerpo caliente de Miguel; completamente ido y arrepentido—. Yo haría lo que sea por ti y por nuestro amor... yo, yo, yo, sólo quiero estar a tu lado—las lágrimas recorrieron sus mejillas. El pelinegro se sorprendió por la forma en la que sonaban sus disculpas; duras, llenas de dolor, cómo... si hubiera hecho algo y estuviera disculpándose.

—Pequeño... tranquilo, sólo te he dado las gracias, no tienes porqué llorar—susurró escuchando los pequeños sollozos de su pareja, quien mantenía su rostro oculto en su cuello—. ¿Qué pasa? Bebé—sobó su espalda con delicadeza, consolando sus lágrimas y callando sus sollozos.

—Te amo mucho, te amo, te amo, te amo—Miguel silencio sus palabras, y dejo un casto beso en su mejilla.








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cry baby ↮rubelangel™Donde viven las historias. Descúbrelo ahora