Capítulo 2

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Mis pruebas pasaron en un remolino borroso.

Pensarías que, como eran la parte más importante de mi

educación en St. Vladimir, recordaría todo con detalles perfectos y

cristalinos. Y aún así mis pensamientos anteriores se hicieron

realidad. ¿Cómo podía esto calificar lo que ya había vivido? ¿Cómo

podían estas peleas ridículas compararse a una horda de Strigois

invadiendo nuestra escuela? Donde tenía que hacerle frente a las

abrumadoras posibilidades, sin saber si aquellos a los que amaba

estaban vivos o muertos.

¿Y cómo podía temer a una pelea con uno de los instructores de

la escuela después de haber peleado contra Dimitri? Él había sido

letal como dhampir, pero aún más como Strigoi.

No es que quisiera restar seriedad a las pruebas, eran serias.

Los graduados fallaban todo el tiempo, y me negaba a ser uno

de ellos. Era atacada por todos lados por guardias que habían

defendido Moroi desde antes de que yo naciera. La arena no era

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plana, lo que complicaba todo, la habían llenado con trampas y

obstáculos, vigas y pasadizos que probaban mi balance, incluyendo

un puente que dolorosamente me recordaba la última vez que vi a

Dimitri. Lo había empujado después de clavarle una estaca de plata

en el corazón, una estaca que se había salido mientras él caía al río

que estaba abajo.

El puente de la arena era un poco diferente del de madera

sólida sobre el cual Dimitri y yo habíamos peleado en Siberia. Este

estaba desvencijado, una mala construcción de piso de madera son

sólo pasamanos de cuerda como apoyo. Cada paso hacía que el

puente entero se balanceara y temblara, y hoyos en las tablas me

mostraban donde mis compañeros (desafortunadamente para ellos)

ya habían descubierto puntos débiles en la madera. El examen que

me asignaron en el puente fue probablemente el peor de todos. Mi

meta era alejar a un ‚Moroi‛ de un grupo de ‚Strigois‛ que lo

perseguían. Mi ‚Moroi‛ era Daniel, un nuevo guardián que había

venido con otros a la escuela para reemplazar a los que habían sido

asesinados en el ataque. No lo conocía bien, pero para este ejercicio,

estaba actuando completamente dócil e indefenso, aun un poco

asustado, como cualquier Moroi que yo cuidara se comportaría.

Se resistió un poco a pasar por el puente, y usé mi voz más

calmada y persuasiva para lograr que caminara delante de mí.

Aparentemente, estaban probando las habilidades con las personas

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