Toda la sala parecía contener la respiración.
Sin embargo, incluso ante los milagros, los
guardianes —o Strigoi, para el caso— eran difíciles de
distraer. Las peleas que se habían detenido se reanudaron aún con
mucha más furia. Los guardianes tenían las de ganar, y aquellos de
ellos que no estaban comprometidos con el último superviviente
Strigoi de repente saltaron hacia Lissa, tratando de alejarla de
Dimitri.
Para sorpresa de todos, ella se aferró a él con fuerza e hizo
algunos intentos débiles para combatir las aglomeraciones a su
alrededor. Ella era feroz y protectora, otra vez poniéndome en la
mente a una madre que defiende a su hijo.
Dimitri se aferraba a ella tan atentamente, pero tanto él como
Lissa fueron superados. Los guardianes finalmente los forzaron a
separarse. Hubo gritos confusos cuando los guardianes trataron de
determinar si deberían matar a Dimitri. No habría sido difícil. Él no
podía hacer nada ahora. Apenas podía soportar la barricada que lo
tiró a sus pies.
T
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Eso me despertó. Había estado simplemente mirando,
congelada y estupefacta. Sacudiendo mi aturdimiento, me lancé
hacia delante, aunque no estaba segura hacia quién me dirigía: Lissa
o Dimitri.
—¡No! ¡No! —Grité, ya que algunos guardianes venían con
estacas—. ¡No es lo que piensan! ¡El no es Strigoi! ¡Mírenlo!
Lissa y Christian estaban gritando cosas similares. Alguien me
agarró y tiró de mí hacia atrás, y me dijo que deje que los demás
manejaran esto. Sin pensarlo, me di vuelta y golpeé a mi captor en la
cara, descubriendo demasiado tarde que era Hans. Cayó un poco
hacia atrás, pareciendo más sorprendido que ofendido.
Atacarlo fue suficiente para atraer la atención de los otros, sin
embargo, y de pronto tuve mi propio grupo de guardianes para
combatir. Mis esfuerzos no sirvieron, en parte porque era superada
en número y en parte porque no podía encargarme de ellos de la
misma manera que había atacado a un Strigoi.
Cuando los guardianes me sacaron, me di cuenta entonces que
Lissa y Dimitri ya habían sido retirados de la habitación. Quise
saber dónde estaban, gritándoles que yo tenía que verlos. Nadie me
escuchó. Me arrastraron lejos, fuera del almacén, pasando por una
cantidad preocupante de cuerpos. La mayoría era Strigoi, pero me
di cuenta de algunas de las caras del regimiento de guardianes en la
Corte. Hice una mueca, aunque yo no los conocía bien. La batalla
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