Después de la estupidez que le había hecho a Abe, sobre
siempre ir a lugares remotos de mierda, debería estar
emocionada por el anuncio de ir a la ciudad del
pecado. Tenía unas pocas reservas acerca de mi nuevo y épico viaje.
Primero que todo, un lugar como Las Vegas era el último lugar
donde hubiera esperado que un recluso medio-loco estuviera. De las
pequeñas cosas que había oído. Robert había salido del radar y
quería estar solo. Una ocupada y llena ciudad realmente no encajaba
con esa descripción. En segundo lugar, las ciudades como esas eran
perfectas áreas de alimentación para los Strigoi. Atestado, temerario.
Bajo en inhibiciones. Muy fácil para las personas perderse,
especialmente cuando muchos de ellos estaban a fuera en la noche.
Parte de mí estaba segura que debía haber un truco por parte de
Victor, pero él juró y volvió a jurar que era cierto. Así que, sin
ningún otro adelanto, Las Vegas se convirtió en nuestro próximo
destino. De todos modos, no teníamos demasiado tiempo para
discutir el tema, sabiendo que los guardianes deberían estar
buscándonos en Fairbanks.
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Es cierto que el encanto de Lissa había alterado nuestras
apariencias lo suficiente para que ellos no estuvieran buscando
gente con nuestras descripciones. Ellos sabían cómo lucia Victor.
Aunque, tan pronto como estuviéramos lejos de Alaska, mejor.
Infortunadamente, teníamos un ligero problema.
—Victor no tiene identificación —dijo Eddie— no podemos
sacarlo en avión.
Era verdad, todas las posesiones de Victor habían sido
incautadas por las autoridades de la prisión. Y en medio de la
desactivación de vigilancia y sacando a docenas de guardianes,
difícilmente tuvimos tiempo para buscar sus cosas personales.
La compulsión de Lissa era fenomenal, pero ella estaba
exhausta al haberla utilizado tanto en la prisión. Además, los
guardianes probablemente estarían vigilando el aeropuerto.
Nuestro amigo Bud, el tipo de los carros de alquiler, dio la
solución. Él no había estado emocionado de ver su carro de vuelta
con los arañazos provocados por la conducción temeraria de Eddie,
pero con el dinero suficiente habíamos callado finalmente los
murmullos sobre: ‚Alquilar a un montón de niños‛. Fue Victor
quien pensó en un plan alternativo y sugirió que se hiciera.
—¿Hay cerca algún aeropuerto privado? ¿Con vuelos que