Capítulo 8

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Después de la estupidez que le había hecho a Abe, sobre

siempre ir a lugares remotos de mierda, debería estar

emocionada por el anuncio de ir a la ciudad del

pecado. Tenía unas pocas reservas acerca de mi nuevo y épico viaje.

Primero que todo, un lugar como Las Vegas era el último lugar

donde hubiera esperado que un recluso medio-loco estuviera. De las

pequeñas cosas que había oído. Robert había salido del radar y

quería estar solo. Una ocupada y llena ciudad realmente no encajaba

con esa descripción. En segundo lugar, las ciudades como esas eran

perfectas áreas de alimentación para los Strigoi. Atestado, temerario.

Bajo en inhibiciones. Muy fácil para las personas perderse,

especialmente cuando muchos de ellos estaban a fuera en la noche.

Parte de mí estaba segura que debía haber un truco por parte de

Victor, pero él juró y volvió a jurar que era cierto. Así que, sin

ningún otro adelanto, Las Vegas se convirtió en nuestro próximo

destino. De todos modos, no teníamos demasiado tiempo para

discutir el tema, sabiendo que los guardianes deberían estar

buscándonos en Fairbanks.

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Es cierto que el encanto de Lissa había alterado nuestras

apariencias lo suficiente para que ellos no estuvieran buscando

gente con nuestras descripciones. Ellos sabían cómo lucia Victor.

Aunque, tan pronto como estuviéramos lejos de Alaska, mejor.

Infortunadamente, teníamos un ligero problema.

—Victor no tiene identificación —dijo Eddie— no podemos

sacarlo en avión.

Era verdad, todas las posesiones de Victor habían sido

incautadas por las autoridades de la prisión. Y en medio de la

desactivación de vigilancia y sacando a docenas de guardianes,

difícilmente tuvimos tiempo para buscar sus cosas personales.

La compulsión de Lissa era fenomenal, pero ella estaba

exhausta al haberla utilizado tanto en la prisión. Además, los

guardianes probablemente estarían vigilando el aeropuerto.

Nuestro amigo Bud, el tipo de los carros de alquiler, dio la

solución. Él no había estado emocionado de ver su carro de vuelta

con los arañazos provocados por la conducción temeraria de Eddie,

pero con el dinero suficiente habíamos callado finalmente los

murmullos sobre: ‚Alquilar a un montón de niños‛. Fue Victor

quien pensó en un plan alternativo y sugirió que se hiciera.

—¿Hay cerca algún aeropuerto privado? ¿Con vuelos que

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