No necesitaba el vínculo para encontrar a Lissa. La
multitud me advirtió dónde estaban ella y Dimitri.
Mi primer pensamiento fue que estaba
ocurriendo algún tipo de apedreamiento o acoso medieval. Entonces
me di cuenta de que la gente estaba alrededor viendo algo. Me abrí
paso a través de ellos, haciendo caso omiso de las miradas
maliciosas que me echaban, hasta pararme en la primera fila de
espectadores. Lo que encontré me hizo detenerme.
Lissa y Dimitri estaban sentados uno al lado de otro en un
banco mientras tres Moroi y, joder, Hans estaba sentado frente a
ellos. Los guardianes estaban esparcidos a su alrededor,
aparentemente tensos y listos entrar en acción si las cosas salían mal.
Antes de incluso escuchar una palabra, yo ya sabía exactamente lo
que estaba pasando. Se trataba de un interrogatorio, una
investigación para determinar lo que Dimitri era exactamente.
En la mayoría de los casos, este sería un lugar extraño para una
investigación formal. Era, irónicamente, uno de los patios donde
Eddie y yo habíamos trabajado, el que estaba a la sombra de la
estatua de la joven reina. La iglesia de la Corte se encontraba cerca.
N
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Esta zona de césped no era precisamente suelo sagrado, pero estaba
lo bastante cerca de la iglesia como para que la gente pudiera correr
a la misma en caso de emergencia. Los crucifijos no dañaban a los
Strigoi, pero estos no podían entrar en una iglesia, mezquita, o
cualquier otro lugar sagrado. Entre eso y el sol de la mañana, este
era probablemente el lugar y el momento más seguro en el que los
funcionarios podrían reunirse para interrogar a Dimitri.
Reconocí a uno de los interrogadores Moroi, Reece Tarus.
Estaba relacionado con Adrian por parte de su madre, pero también
había hablado a favor del decreto de edad. Así que sentí una
antipatía instantánea hacia él, particularmente teniendo en cuenta el
tono altanero que usaba hacia Dimitri.
—¿Encuentras el sol cegador? —preguntó Reece.
Tenía un portapapeles delante de él y descendía verificando
una lista.
—No —dijo Dimitri, con voz suave y controlada.
Prestaba total atención a sus interlocutores. No tenía ni idea de
que yo estaba allí, y en cierto modo me gustó que así fuera. Sólo
quería verlo por un momento y admirar sus características.
—¿Y si miras fijamente al sol?
Dimitri vaciló, y no estoy segura de que nadie más lo notará o
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