Capítulo 23

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No necesitaba el vínculo para encontrar a Lissa. La

multitud me advirtió dónde estaban ella y Dimitri.

Mi primer pensamiento fue que estaba

ocurriendo algún tipo de apedreamiento o acoso medieval. Entonces

me di cuenta de que la gente estaba alrededor viendo algo. Me abrí

paso a través de ellos, haciendo caso omiso de las miradas

maliciosas que me echaban, hasta pararme en la primera fila de

espectadores. Lo que encontré me hizo detenerme.

Lissa y Dimitri estaban sentados uno al lado de otro en un

banco mientras tres Moroi y, joder, Hans estaba sentado frente a

ellos. Los guardianes estaban esparcidos a su alrededor,

aparentemente tensos y listos entrar en acción si las cosas salían mal.

Antes de incluso escuchar una palabra, yo ya sabía exactamente lo

que estaba pasando. Se trataba de un interrogatorio, una

investigación para determinar lo que Dimitri era exactamente.

En la mayoría de los casos, este sería un lugar extraño para una

investigación formal. Era, irónicamente, uno de los patios donde

Eddie y yo habíamos trabajado, el que estaba a la sombra de la

estatua de la joven reina. La iglesia de la Corte se encontraba cerca.

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Esta zona de césped no era precisamente suelo sagrado, pero estaba

lo bastante cerca de la iglesia como para que la gente pudiera correr

a la misma en caso de emergencia. Los crucifijos no dañaban a los

Strigoi, pero estos no podían entrar en una iglesia, mezquita, o

cualquier otro lugar sagrado. Entre eso y el sol de la mañana, este

era probablemente el lugar y el momento más seguro en el que los

funcionarios podrían reunirse para interrogar a Dimitri.

Reconocí a uno de los interrogadores Moroi, Reece Tarus.

Estaba relacionado con Adrian por parte de su madre, pero también

había hablado a favor del decreto de edad. Así que sentí una

antipatía instantánea hacia él, particularmente teniendo en cuenta el

tono altanero que usaba hacia Dimitri.

—¿Encuentras el sol cegador? —preguntó Reece.

Tenía un portapapeles delante de él y descendía verificando

una lista.

—No —dijo Dimitri, con voz suave y controlada.

Prestaba total atención a sus interlocutores. No tenía ni idea de

que yo estaba allí, y en cierto modo me gustó que así fuera. Sólo

quería verlo por un momento y admirar sus características.

—¿Y si miras fijamente al sol?

Dimitri vaciló, y no estoy segura de que nadie más lo notará o

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