16: finally

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«Llegué a casa del instituto y me encontré sola, algo para nada extraño, sin embargo hoy me molestó un poco más de lo normal. Suspiré y decidí dejar estarlo, empezando a cocinar una tortilla francesa con queso.

Una vez que acabé dejé los platos en la cocina y subí a mi habitación, puse a James Blunt a todo volumen y me senté en mi escritorio, empezando a dibujar. Había leído hace poco el mito griego de Dánae así que decidí pintarla a ella, su historia me llamaba mucho la atención. Esta fue encerrada en una torre de bronce debido al miedo de sus padres a que la mataran. Ella vio acercarse la lluvia de oro, que resultó ser Zeus, quien la salvó.

Dibujé un primer plano de la cara de una joven rubia, como yo, con los ojos cerrados y pequeñas pecas en sus mejillas. Estas estaban manchadas de lágrimas doradas, como si fuera polvo de oro. No estaba muy contenta por como me salió, quizás lo dejaría en un simple boceto porque la forma de la cara no había salido como lo tenía imaginado.

Justo cuando acabé escuché ruido en el piso de abajo, rápidamente bajé y me encontré con mis padres.

"Hola, hola, caracola ¿qué tal el día? ¿algo importante?" dije animada.

No me contestaron, mi madre estaba sentada en el sofá y papá estaba cruzado de brazos delante de mí, con el rostro inexpresivo.

"Arabella... esta casa da asco ¿cuantas veces hay que decirte que ayudes en casa? ¿o es que te entra por un oído y te sale por otro?" Mi padre empezó a reñirme, como solía hacer.

Me sentí atacada, cada vez que estaban los dos riñéndome (aunque solo hablara uno) era como un ellos contra mí, atacándome con todos mis defectos. Era cierto, era una vaga que siempre que podía librarse de poner una lavadora o fregar los platos lo hacía, y sabía que tienen razón. Pero de eso a hacerme sentir una mierda de persona había un gran trecho.

"Llegué cansada papá, luego recojo." Intenté parecer tranquila, cruzándome de brazos también. Era una batalla tú a tú en la que mi madre, como en la mayoría de las peleas, se mantenía ausente pero siempre posicionándose del lado de mi padre.

Bufó. "Si, claro ¿Cuando? ¿Después de que acabes otro de tus inútiles dibujos o cuando vuelvas borracha de alguna fiesta?"

A eso me refería con que sacaba todos los trapos sucios en nuestras peleas, siempre intentando buscar el punto débil.

"¿Perdón? Yo al menos cuando me voy os aviso, no como otros." El fin de semana pasado había llegado a casa y sólo había encontrado una nota: nos vamos de fin de semana. Y ya. Esa fue su despedida. Ni un cuidate, ni una llamada ni nada de dinero para comida.

"Por favor ¡Madura Arabella! Tienes dieciséis años, sé un poco autosuficiente; tus padres no pueden mover su vida en torno a ti."

"¡Oh! Vale, lo siento, siento tener dieciséis años y no ser totalmente autosuficiente ¡Siento necesitar a mis padres!" Entonces ya dejáramos de hablar para gritar. Con furia, con resentimiento. Sentía mis ojos arder.

"¡Pues para llorar y encerrarte en tu habitación no necesitas mucho de nosotros! ¡Eres un desastre Arabella, un puto desastre que no puedes esperar que nosotros arreglemos!"

Y ahí fue cuando perdí la cordura.

"No sería tan miserable si estuvieras muerto."

Y me fui para arriba. Sabía que toda esa ira era tristeza en cubierta, desolación pura y dura al saber que incluso mis padres habían perdido la fé en mí. Y yo sola había provocado eso.

Llegué a mi habitación y cerré la puerta, sintiendo mi corazón ir a mil por hora, con las palabras de mi padre resonando una y otra vez en mi mente. Torturándome. Me tiré en cama apretando fuertemente los puños y gritando en la almohada.

Cuando ya estaba un poco más tranquila escuché la puerta de mi habitación abrirse, y luego el ruido de mi silla al sentarse alguien. Sabía quien era, pero no quise hacer nada.

Pasaron unos minutos en silencio, mientras podía oír el ruido del lápiz contra el papel.

"Dánae, hija de Acrisio y Eurídice, encerrada en una torre por ellos y salvada por la lluvia de oro. Bonita historia." Escuché la dulce voz de mi madre, que debió de ver el boceto. Como no contesté siguió hablando. "Cuando la lluvia de oro llegó a ella, estoy segura de que tendría miedo, y probablemente rehusaría a aceptar su ayuda. Pero una vez que confió en alguien, llegó su héroe, su salvador."

La oí levantarse y luego el hueco de mi lado en la cama se hundió, abrí los ojos y vi un papel delante de mí, junto a mi madre. Lo agarré y vi el dibujo: una flor de los vientos, preciosa, con una frase escrita abajo con la bonita letra que caracterizó siempre la escritura de mi madre: espero que señale la dirección que tú busques.

La intenté mirar inexpresiva, mas el resentimiento que sentía en ese momento era imposible de esconder. No entendía como siempre tenía que ser tan pasiva, tan devota a mi padre. Me daban ganas de abofetearla hasta que despertara, que se revelara y dijera todo lo que tuviera que decir. Que fuera una mujer, y no sólo una esposa.

"Yo no voy a necesitar un héroe, me tengo a mí misma y tú no puedes decir lo mismo, mamá."

Cogí el dibujo y lo arrugué para meterlo en el bolsillo trasero del pantalón, saliendo de mi habitación y luego de mi casa. Ya no sentía tristeza, sólo rabia, rabia por no ser entendida, porque mi padre tenía razón, porque era un desastre y destruía todo lo que tocaba sin quererlo.

No sabía entonces que al huir de esa casa todo se acabaría. Que no habría más discusiones, ni trapos sucios, ni castigos, ni comidas navideñas, ni abrazos reparadores que sólo una madre puede dar, ni nada de nada.

Era mi cumpleaños número diecisiete, y que mis padres se olvidaran era lo que menos daño me había hecho. »


Acabé de leer ese fragmento y miré para la habitación totalmente vacía, sentado sobre una caja de empacar. Se me hacía extraño y terrible ver ese lugar, testigo de momentos tan inolvidables para mí, quedando en la nada. Como esos mismos recuerdos.

Mel y Hadley iban a cambiar de piso, ya que no podían permitirse pagar la parte del alquiler de Ara más. Es decir: se dieron por vencidas y ya no esperaban su vuelta.

Quise ayudarlas a recoger sus cosas, pero ya estaba todo empaquetado. Ellas se lo llevarían y lo dejarían en su nuevo trastero, supongo que por pena, porque algunos de los cuadros o cosas que había aquí parecían dignas de un museo.

Me dejaron despedirme del lugar un rato a solas (por muy extraño que sonase, lo necesitaba) y me dijeron que si quería llevarme algo, que lo llevase; yo dije que no y que no me dejaran hacerlo, porque no iba a volver y tenía que olvidarla. Pero luego abrí una caja llena de diarios. Sus diarios desde la adolescencia.

El porqué de Arabella Palmer estaba entre mis manos. Y lo necesitaba conocer, conocerla a ella de una vez por todas; y quizás así podría dejar de romperme la cabeza sobre los acertijos que nunca conseguí resolver sobre ella.

El único problema era que, a medida que leía, entendía su comportamiento más y más; y entendiéndola tanto sentía más ganas de poder quererla, de protegerla. Y habría deseado que me dejara ser su héroe, pero supongo que finalmente consiguió ser su propia heroína.





n/a: ¡hola! aquí tenéis un cap, espero que os guste. Quiero deciros que cambié una cosa de un cap anterior, el tatu de una frase que tenía Ara al final lo cambié por la rosa de vientos y la frase esta que le hizo su madre.♥

chaising butterfliesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora