22: run away

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Hacía frío, y él se veía asustado. Estaba a punto de coger el avión que le llevaría al lugar donde probablemente cumpliría su sueño de ser un gran jugador de hockey. Miró hacía atrás, encontrándose a Melanie. Esta le miró y sonrió, pero él sólo le pudo devolver media sonrisa. No tenía ni idea de lo que pasaría a continuación, y eso siempre lo había llevado mal. Pero aunque nadie lo notaría... en realidad estaba emocionado de empezar de nuevo.

Hacía calor, y ella se veía tranquila. Se subió al avión sabiendo que, tras tanto tiempo, empezaba una nueva etapa. No tenía ni idea de qué iba a hacer cuando llegara a su destino, ni si sería capaz de vivir de esa manera. Porque aunque nadie lo notaría... en realidad estaba aterrada de empezar de nuevo.

Él se sentó en su asiento, recordando la persona con la que había compartido su último vuelo. Ella seguro que sabría qué decirle, qué podría hacerle sentir mejor; pero no  lo estaba, así que se conformó con recordar el significado de uno de sus tatuajes: "viparinama" (nuestra reacción al cambio o la pérdida si nos aferramos excesivamente a las experiencias agradables). Conocía bien esa sensación. 

Ella simplemente entró en el avión aparentando normalidad, pero cuando vio a tanta gente se sintió perdida, sola. Pensó que tendría que estar ya acostumbrada a esa sensación, pero parecía imposible. Necesitaba a alguien. Y cuando llegó a su asiento vio que al lado, un conocido chico de pelo rubio estaba allí. Intentó sonreír, pero se quedó en una cutre media sonrisa.

Ahora él se iba a la capital, con su pareja y futuro hijo, y lo único que tenía en su cabeza era la nota de ella, la última antes de que se fuera de verdad: «No pienses que estoy huyendo de mis sentimientos o mi futuro. O incluso de ti. Yo solo estoy persiguiendo mariposas.» Miró la chica a su lado, y entonces se dio cuenta de que esta era su huida y que ella tampoco iba a volver, que ese sitio a su lado no iba volver a ser ocupado por ella. Pero que quizás eso sea bueno.

Ella sintió un pinchazo de culpabilidad cuando el chico a su lado le dio la mano, recordando como había sido ella la que se la había ofrecido a otro en otras ocasiones. Pero la aceptó, la aceptó porque era hora de avanzar. Y para hacerlo sabía que era necesario huir... otra vez. Dejarle a él atrás, porque aunque doliera, era necesario.

Porque huir es otra manera de pedir ayuda. De gritar que necesitas una mano que te lleve lejos de donde estabas porque no podías más. Quizá la gente no lo comprenda, porque tampoco te comprende a ti. Y si no te comprenden no saben lo que necesitas; tú sí. Y a veces simplemente necesitas que esa ayuda, esa mano que te aleje de todo, seas tú mismo. Y él lo aprendió por las malas.

Ahora ella volvía, y aunque pareciera mentira, de verdad. Y muy tarde.

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