chaising butterflies

23: remembering and forgetting

Habían pasado varias meses desde que me había mudado aquí. Seis en concreto, y todo iba como debería ir. Mel tuvo a la niña, la cual quiso llamar Aimee en honor a mi sobrina, pero no la dejé. No tenía muy claro por qué, pero simplemente no se sentía bien; en vez de eso, la llamó Elaine.

En el tema del hockey había avanzado enormemente; entrenaba mucho más que antes y notaba las mejoras, tanto en el juego como físicamente, ya que recuperé el peso que había perdido y gané musculatura. Además había conseguido integrarme muy bien en el equipo, mucho mejor que en el anterior, ya que aquí no estaban enterados de mi pasado con las drogas.

Con mis padres la cosa estaba fría, era como que tras lo de Aimee nos costaba comunicar lo que sentíamos, sobretodo a mi padre y a mí... supongo que venía de familia. Un tema que me preocupaba era el de la madre de Aimee (si a eso se podía considerar madre), ya que estaba viviendo en el otro piso de mis padres y ahora que no estaba mi sobrina era hora de que se fuera, por fin. Mi madre me aseguró que consiguieron que se fuera del piso.

Todo iba cómo debería ir. Y seguía sin ir bien.

Era incapaz de vivir mi vida al cien por cien, siempre con esa sensación de insatisfacción que hacía que me metiera en mi propia burbuja. Juro que de verdad lo intentaba, intentaba disfrutar, pero cada vez que lo intentaba algo seguía en mí diciendo que faltaba algo. Y la rabia aparecía ¿Por qué ahora, que tengo la supuesta vida perfecta, no soy capaz de ser feliz?

Dentro de mi burbuja me pasaba horas y horas solo, leyendo y escribiendo. Un nuevo vicio que cada día se volvía más y más relevante en mi vida. Por eso cuando vi que por el aniversario de la muerte de mi autor favorito, Bukowski, hacían un recital en un bar cerca de mi casa no dudé ni un segundo en presentarme.

Era un bar ambientado en las cervecerías irlandesas, toda cubierta de madera oscura y cuadros en blanco y negro. Era espacioso, y todas las mesas se habían colocado mirando para la pequeña tarima donde ya se situaba una señora de unos cuarenta años, recitando una obra del autor.

Me coloqué en un taburete de la barra, al final de todo. Me pedí un cubata de ron con coca-cola y empecé a escuchar.

Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
montarme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?

"Hay un pájaro azul en mi corazón" Susurré, habiendo leído ese poema un par de veces ya. Luego le di un trago a mi vaso mientras los demás aplaudían.

Empezaron a subir más personas, a veces leyendo obras del autor y otras textos propios. Pero ¿la verdad? Nada de lo nuevo conseguía remover nada en mí, nada conseguía hacerme sentir como Bukowski.

Eran las doce y media de la madrugada y al día siguiente tenía entreno a las diez. Viendo que no me perdería nada, acabé mi tercera copa y me dirigí a la puerta mientras oía de fondo la persona que subía ahora a la tarima.

"Hola, hoy os traigo una creación propia. Este texto se llama Recuerdo y olvido, inspirado en la obra Mujeres. Espero que os guste." Oí de fondo mientras pasaba entre la gente.

«Recuerdo y olvido, muchas veces no en ese orden. 

A veces te olvido y me recuerdo a mí, recuerdo como era antes de ti y me da la risa... me veo tan lejana que creo que ya me perdí. Pero no me importa, la verdad, nunca me he apreciado lo suficiente como para echarme de menos. Y entonces es cuando me doy cuenta de que sigo aquí; diferente, rara, y, alguna que otra vez, arruinada. Pero sigo existiendo, aunque vivir a veces se me quede grande.

Ahora uno me da la mano, mientras me sonríe con ganas de hacerme sentir algo. Ahí es cuando vuelve a pasar: olvido a ese, a mí y a todo el mundo, sólo para recordarte a ti. Y lo siento, no por él sino por mí; porque a veces queda más lejos tu olvido que mis ganas de olvidarte... ¿Hacerme sentir algo? A veces siento que ya me has hecho sentir todo lo que uno podría llegar a hacerlo.

Juro que quiero olvidarte, pero no paro de recordarme, recordarme como con un simple gesto me dabas luz. Y lo siento por ese que intenta ocupar el vacío que dejaste; porque joder, nunca un vacío se adhirió tan fuerte. Nunca dolió tanto. Nunca me cegó tanto.

Entonces me pregunto dónde estoy y vuelvo a ese sitio sin ti que tan frío me parece. Ahí es cuando el otro intenta resquebrajar mi hielo, hacerse sitio en mi vida; pero aunque esté tan dañado y frágil, dentro hace demasiado frío. No sé si ese aguantará, no sé si quiero que aguante... ¿Dónde he dejado mis ganas de avanzar? 

Ahora vuelvo a recordar: estoy condenada a esto. A aparentar que no pasa nada, que no falta nada... que no faltas tú. Existiendo, follando, riendo... pero sin vivir del todo.

Y ojalá pudiera olvidar cómo recordar...te.»

Sin siquiera darme cuenta me había parado en el medio del local, de espaldas al escenario. Había quedado congelado no sólo al escuchar las palabras que tan bien describían mi situación; sino la voz que tan bien había llegado a conocer.

Los aplausos sonaban de fondo cuando me giré y mis ojos se encontraron con esos, esos que también conocía muy bien.