Capítulo 23

24 2 0
                                    

—...es por esto que declaro inocente a Alice Foster Kincaid de los cargos por violencia intrafamiliar.

Fue lo único que se me grabó, la mañana parecía salida de una película, escabullirse para no despertar a Will, abandonar a Will, ver a un magullado Harold a pasos de mi, escucharlo decir incoherencias acerca de mi incapacidad de mantener el control, la declaración de mi madre y de un vecino que escuchó los gritos; Harold esposado y yo fuera de todo cargo, esto es la vida real aunque me cueste creerlo, esto es mi vida. Salgo del octavo Tribunal de Portland junto a mis padres, no dicen nada mientras subimos al auto, no tengo ganas de hablar todo es demasiado caótico. Al llegar a casa me siento extraña, la fachada es la misma nada a cambiado pero hay algo diferente, quizá mi perspectiva es la que a cambiado me acostumbré al gris del ambiante y al azul del uniforme. Con un suspiro resignado entro a la sala principal, mamá me ofrece comer algo pero no tengo nada de apetito, subo hasta mi dormitorio, mi viejo y querido dormitorio, me alegra ver que todo está igual, mis libros, mis fotografías y recortes, ¡oh y la cama! Dulce cama como te extrañé, me tumbo sobre ella y aspiro el olor a suavizante en la funda de la almohada, por las noches en el internado añoraba esto, ésta comodidad y familiar fragancia a lavanda.

Abro los ojos y por un momento me siento confundida, me dormí y la habitación está a oscuras, sé que no es muy tarde porque escucho la televisión en el piso de abajo, me incorporo y enciendo las luces, me acerco al armario y saco mi pijama más cómodo, es bueno estar de vuelta, al menos así se siente cuando estoy en éstas cuatro paredes tan mías y familiares. Ya con el cambio de ropa bajo y me encamino a la cocina, mamá y sorprendentemente también papá están allí.
—¡Oh cielo que bueno que despertaste! He preparado lasaña, sé que es tu favorita y seguramente tendrás hambre.—asiento forzando una sonrisa a mi madre, las cosas no pintan nada bien, puedo sentir que están tensos y me pregunto el porqué, ya he regresado deberían estar bien.

—No pensé que te quedarías papá-mamá me sirve una porción de lasaña y me siento en un taburete junto a la encimera.

—Me quedaré unos días, después de todo llevaba tiempo sin verte, ya sabes si no contamos los tramites de este asunto y todo eso.—pasa una mano por su nuca, es un gesto al que me he acostumbrado, lo hace cada vez que no sabe que decir o está incómodo.

—¿Que hay de tu trabajo?—pregunto mientras corto mi comida—¿Los muchachos estarán bien sin que los vigiles?

—Todo estará bien. Los chicos están haciendo grandes progresos, Sam derrotó a Marcus en menos de dos minutos la semana pasada, ese chico es estupendo con los puños.—no puedo evitar fruncir el entrecejo al oírlo, papá entrena a futuros boxeadores profesionales, el lo hizo y ahora prepara a otros, y sé que siempre deseó que yo siguiera sus pasos, lamentablemente no fui varón y tampoco una niña con grandes gustos por el box, ni otro deporte, a veces me pregunto cuanto le decepciona que no sea lo que esperaba, puedo ver en sus ojos la emoción cuando habla de los chicos y lo bien que progresan; a mi pocas veces me a mirado de esa forma.

—Alice te alegrará saber que con tu padre ya arreglamos todo, el director de la escuela a aceptado que vuelvas el lunes y continuarás con tu antiguo horario, ¡Oh! Y no debes preocuparte por tu maleta, tu padre irá por ella mañana y terminará el papeleo del internado. ¡Todo volverá a ser como antes te lo aseguro!—dejo de comer sin poder evitarlo, me limito a asentir, no debería sorprenderme pero esperaba un poco más de tiempo para mi. Miro el reloj en la pared «19:30» seguramente en el internado ya cenaron.

—Si no les importa volveré a mi cuarto, creo que el sueño aún no se me espanta.—me levanto desganada y subo a mi habitación.

Durante el fin de semana me dediqué a comprar algunas cosas, mamá insistió en que un poco de ropa nueva me sentaría bien al igual que otro par de zapatos, pero no necesito nada de eso. Me comunique con mis amigas y se alegraron bastante al saber que estaba de vuelta, Elizabeth prometió pasar por mi para ir a la escuela y se lo agradecí, no me apetece caminar tantas cuadras y mucho menos tomar el autobús, no el primer día. Volví a pararme frente al espejo, llevo jeans ajustados y un suéter semi holgado que me abriga lo suficiente sin hacer que parezca un oso, luce bastante bien. Me pongo una gorra de hilo color gris, el frío ésta mañana es terrible, demasiado para las fechas en las que estamos, el calor ya debería presentarse por aquí. Escucho la bocina del auto anunciando la llegada de Elizabeth, tomo mi mochila y corro hasta llegar a la puerta principal.—¡Adiós mamá!—salgo y no puedo evitar sonreír al ver a mi amiga esperándome, sigue igual que cuando me fui, con su cabello color miel sobre sus hombros y esa mirada dulce y casi maternal que nos dedica a todos, subo al auto y la abrazo.

Lágrimas de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora