Capítulo 3

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«Él ya lo sabe...»

La frase se repetía una y otra vez en mi cabeza, y mientras más intentaba entenderla, más confundida terminaba. 

Cuando volví a encontrarme con mi mamá luego de su cambio drástico de actitud, insistí en lo que había pasado, teniendo el mismo resultado que antes, pero en esa ocasión ocurrió algo más. Una frase pronunciada por ella retumbó en mi cabeza, y a pesar que se encontraba en silencio, algo dentro de mí se aferró a ella y se empeñó en creer que mi mamá había dicho aquello de alguna manera. No sabía cómo, no sabía por qué las palabras llegaban a mi cabeza sin que fuesen realmente dichas, pero estaban ahí, eran reales. Lo sabía...

O al menos eso era lo que quería creer, porque me negaba a pensar que estaba volviéndome loca y que aquellas veces en las que terminaba escuchando las cosas únicamente en mi cabeza eran producto de mi imaginación. No podía ser así. No.

Yo no estaba loca... Algo estaba pasando, y debía descubrir que era antes de terminar perdiendo realmente la cabeza.

~•~

—¿Te pasa algo?

—No —mi respuesta fue rápida, automática, como si hubiese estado preparada para escuchar esa pregunta en cualquier momento. Y tal vez lo estaba, pues sabía que aquella mañana había estado más callada y ausente de lo normal, pero en el fondo quise creer que esa actitud pasaría desapercibida para las dos chicas que me acompañaban.

Me había equivocado, pues la pelinegra sí había notado que algo ocurría.

El escepticismo tiñó su expresión ante mi respuesta, y me miró fijo y con los ojos entrecerrados, como si quisiera ver la mentira o veracidad presente en algo más allá de mi mirada.

—¿Segura? —cuestionó, sin creer del todo lo que le decía.

Asenti, dispuesta a terminar con el tema y continuar nuestro camino. De esa manera, no supe si la chica quiso agregar algo más, pues empecé a caminar de nuevo en la dirección que habíamos acordado y solo las sentí seguirme.

—Oye, espera...

Volteé a verlas un momento, un simple segundo en el que mi mirada se desvío para verlas por encima de mi hombro, y al regresar los ojos al frente solo pude sentir cómo algo impactaba con fuerza contra mi hombro y me hacía perder el equilibro. Casi caigo, lo sentí, pero el golpe contra el suelo nunca llegó, pues de alguna manera conseguí estabilizarme.

Escuché golpes de cosas cayendo al suelo, tal vez libros; eso lo confirmé al mirar al frente y ver a una chica rubia recogerlos algunos que estaban dispersos por el lugar.

—¡Oh Dios! Lo siento mucho, ¿te lastimé? —preguntó con las manos cubriéndole la boca y expresión horrorizada.

—No, no —me apresure en negar al ver su preocupación—. Estoy bien...

—¿Estás segura? —sus ojos me examinaron con cuidado cuando no dudó en acercarse. Retrocedí, incapaz de contener el impulso ante su inesperada cercanía, y casi tuve que disimular la mirada llena de extrañeza que estuve a punto de dedicarle.

—No te preocupes, estoy bien —aseguré, al tiempo que una pequeña sonrisa apenada tiraba de mis comisuras.

—Lo siento mucho —repitió la pelirroja, esbozando una mueca de disculpa.

Vi a la rubia llegar a su lado y dedicarme una sonrisa llena de amabilidad cuando mis ojos se desviaron un momento a ella.

—Disculpanos de verdad. Veníamos distraídas. —agregó ella, sonando mucho más calmada que su hermana—. Soy Cristaly, mucho gusto —su sonrisa se mantuvo mientras se presentaba, y tomó un tinte divertido cuando hizo un gesto de cabeza en dirección a la chica a su lado—. Y ella es Taylor, mi hermana.

Reina VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora