Capítulo 29

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—Necesito tu ayuda.

—Pero, A-Alteza... Es que yo no...

—Por favor.

Estaba muy preocupada.

El tiempo no estaba a mi favor, nadie estaba al tanto de lo que hacía esa noche, y además era muy riesgoso. Lo sabía, pero era necesario.

Las mejillas de la pelirroja se inflaron un poco, y sentí su corazón latir a mayor velocidad. Sus ojos me sostuvieron la mirada solo por unos segundos, y fueron los suficientes para que yo pudiera notar la duda que gobernaba en su expresión. Pese a eso, finalmente pareció rendirse, y aceptó.

—Está bien. Dígame cómo puedo ayudarla.

Recuerdo perfectamente el alivió que sentí ese día cuando Annie se mostró solidaria y aceptó ayudarme, y recuerdo mucho más lo rápido que le expliqué todo y le proporcioné lo necesario antes de tener que marcharme, pues era de madrugada, yo me había salido sola de la casa y me había arriesgado a entrar a la mansión e ir en busca de quién creía podía ser mi única alternativa en esa ocasión.

En su momento creí que había sido algo demasiado impulsivo de mi parte, pero habían pasado un par de días desde entonces, y tenía resultados en lugar de consecuencias. Eso era bueno... Aunque esos resultados me habían afectado al punto de no poder dormir ni un poco por un par de días, y de mostrarme más observadora y cautelosa cerca de Emma.

La pelinegra actuaba normal, y cuando intentaba ver algo a través de sus ojos, no encontraba nada que pudiera confirmarme que ella tenía algo que ver con todo lo que pasaba. Eso me hacía sentir mal porque estaba desconfiando de ella, pero luego las palabras de Annie volvían, su descubrimiento y lo que representaba y... ¡demonios! No sabía ya qué pensar.

Quizá solo debía esperar un poco más. Podía ser un simple malentendido...

—... es que empiezo a detestar esta casa y este encierro, ¡me aburro terriblemente!

Escuché ruidos y quejas que me sacaron de golpe de mis cavilaciones e hicieron que mi atención se desviara hacía la pelirroja que entraba al lugar y se dejó caer luego de manera dramática sobre uno de los muebles.

—No exageres, Taylor —Cristaly vino detrás de ella, rodando los ojos en el proceso.

—¡Que no exagere! ¿Cómo puedes decir eso? Si solo digo la verdad. Esto es horrible. No lo soporto más.

La chica se cruzó de brazos con aire enfuruñado, y a ella se le unieron Emma y mi mamá en el sofá mientras que Cristaly solo se quedó mirándola con expresión aburrida.

—Yo estoy de acuerdo con Taylor —dijo, encogiéndose de hombros—. Los días se pasan muy lentos y aburridos aquí.

Emma miró a mi mamá, y luego asintió, mostrándose de acuerdo con sus palabras.

Con toda la intensión de olvidarme aunque sea un rato de lo que llenaba mi cabeza, me esforcé por concentrarme en ellas y lo que decían, y en parte las entendí. Los chicos habían salido a resolver unas cosas, y nos habían dejado a todas aquí, encerradas y sin mucho que hacer. Y la tranquilidad que se sentía alrededor no ayudaba a que nadie se animara.

Creo que ellas preferían las peleas, los misterios, las persecuciones y todo eso antes que vivir aquí, alejadas de todo, en un lugar donde nada pasaba y nada se escuchaba, y donde definitivamente no podrían divertirse o entretenerse como les gustaba. A mí no me afectaba tanto porque hasta hace unos meses me consideraba una simple humana y no tenía ese tipo de complicaciones en mi vida, pero ellas sí y llevaban muchos años viviéndolas y –al parecer– disfrutando la diversión que las mismas podían proporcionarles, así que comprendía sus posiciones.

Reina VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora