Capitulo 33

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Alguien más entró a la habitación, y los números dieron par. Tres víctimas y tres villanos, aunque en ese caso culpaba más a uno de ellos. Estaba de más decir a quién.

-¿Algo que quiera decir antes de que comience la función, Alteza? -la rubia se dirigió a mí, dedicándome una sonrisa burlona que encendió la chispa del enojo en mi sistema.

Aún así, me esforcé por no demostrar lo mucho que me molestaba.

-Oh, por supuesto -asentí, sonriéndole también-, que borres esa estúpida sonrisa de tu rostro estaría bien. No vaya a ser que puedas arrepentirte luego de mostrarla antes de tiempo.

Bueno, vale, no podía disimularlo.

Alex nos observó, interesado, y Sharon me miró con las cejas elevadas, como sorprendida por mi respuesta.

-¿Arrepentirme? ¿Acaso es esa una amenaza?

Fingi pensarlo.

-Tómalo como una advertencia. ¿Ves esas grandes orejas que están a ambos lados de tu cabeza? Bueno, pues quizá sea más considerada cuando acabe contigo si empiezas a usarlas y escuchas lo que te digo.

Si tenía un objetivo en mente, casi pude darlo por hecho cuando la sonrisa de Sharon se desvaneció y la burla se borró de su expresión, dándole paso al enojo y la indignación. Pareció enojarte y, sin embargo, no quiso expresarlo. En su lugar, soltó una risa forzada.

-Que gusto ver que no pierde su sentido del humor.

Escuché la risita contenida de alguien, y Sharon me sonrió, de la manera más falsa y forzada del mundo antes de dar la vuelta.

-Bueno, suficiente plática. Richard, ¿seguimos?

Alex habló en dirección al desconocido, quien no dudó en asentir. Era un vampiro alto y robusto, de facciones duras y expresión inescrutable.

Mis ojos se encontraron con los de Eliud, y la confusión creció en mi sistema. Sus ojos no se veían iguales, tampoco su expresión, y además no había pronunciado palabra alguna por mucho rato. Luka estaba igual, y eso solo conseguía preocuparme.

¿Qué les pasaba?

Un golpe sordo llamó mi atención, y luego vino un quejido. Un moretón, una abertura, y el paso de la sangre. Uno a uno los fui viendo y de manera rápida, mientras Richard empezaba a propinarle golpes a los dos chicos que ya se encontraban maltratados y encadenados en el otro extremo de la habitación.

Sentí como si mi corazón hubiese detenido su marcha de nuevo.

-¡No! ¡No los lastimes! ¡Déjalos!

Un golpe más se escuchó. Y de nuevo, cada vez más fuerte. Igual que las protestas. Y mi angustia creció como espuma.

-¡Basta! ¡Haz que pare, Alex! ¡No les hagas daño!

Luché contra las cadenas que me retenían, ignorando el daño en mis muñecas. Le pedí una vez más que se detuviera, y él no escuchó.

Mi desesperación aumentó, pero el enojo saltó por encima de ella.

-¡DETENTE!

Reina VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora