Capítulo 6

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Mientras tuviera vida, para mí la playa siempre sería uno de los mejores lugares existentes donde ir cuando sintieras todo a punto de reventar.

Cuando la mente no paraba, cuando el tormento parecía constante, cuando los pensamientos te ahogaban y la intensidad de las emociones era tanta que parecían consumirte; ese era el lugar indicado. La playa, ese lugar donde el viento era capaz de llevarse hasta los pensamientos más insistentes y donde el agua poseía esa magia capaz de ahogar todo peso que estuviera hundiéndote.

Ese era el lugar que yo necesitaba para sentirme más ligera en aquellos momentos, sin embargo, en aquella ocasión mis tormentos eran demasiado pesados como para dejar de sentirlos del todo. Y la playa no era la culpable, pero estar allí entonces no podía ayudarme tanto como lo necesitaba.

No podía dejar de darle vueltas a aquel sueño, a los descubrientos que dieron lugar después del mismo, y a todo lo que ambos acontecimientos habían dejado a su paso. Todo se sentía tan mal, tan incorrecto e irreal. Quería negarlo, deseaba poder hacerlo y aferrarme a cualquier mínima esperanza de que todo fuera falso. Quería creer con todas mis fuerzas que no estaba viviendo aquella situación, pero no podía engañarme a mí misma, y tal vez esa era una de las cosas que más dolía. El saber que todo era cierto, que era tan real, algo tan palpable no hacía más que aumentar la presión que desde hacía horas atrás sometía mi pecho.

Papá tenía razón. Las cosas cambiarían, y de qué manera...

Habían tantas cosas llenando mi cabeza en aquellos instantes, que incluso llegué a temer que explotara. Necesitaba respuestas, y solo conocía a una persona que podía dármelas.

~•~

Cuando la taza con el café humeante fue puesta frente a mí en la mesa de madera, la pregunta fue soltada en mi dirección sin preámbulo alguno.

—¿Qué quieres saber?

La miré con seguridad, sintiendo la fuerza y el peso de la resolución que había tomado momentos atrás sobre mis hombros, dándome ese pequeño empujón que necesitaba para pedirle a mi mamá hablar sobre ese tema que sabía que tal vez no iba a agradarle.

—Todo.

Su mirada fue la de una persona que ya se esperaba esa petición. No resaltó sorpresa ni vacilación alguna en su expresión al escucharme, y un pequeño suspiro la abandonó justo antes que su cabeza se sacudiera en un movimiento afirmativo.

—Está bien.

Sentí mi estómago revolverse ante la ansiedad y el nerviosismo que provocaron sus palabras, mas no dije nada al respecto. Tomé la taza de café entre mis manos y la miré, esperando que comenzara.

—Desde hace milenios atrás, entre los vampiros ha existido una profecía —comenzó a decir entonces, y yo me dediqué a prestarle la mayor atención—. «Con la sangre real ha de estar marcada, aquella que vendrá a imponer el equilibrio absoluto y definitivo ante los nuestros; la reina procedente de aquel, que ha de vivir para ser el mejor de los reyes, y morir para convertirse en el mejor padre.» —citó en un susurro, con la mirada pérdida de repente en algún punto sobre la mesa—. Él debía morir porque así estaba escrito, y con su muerte sus poderes le serían otorgados a su heredera.

El agarre en la taza de café en mis manos vaciló en aquel momento.

Sentí un escalofrío recorrerme la espina dorsal, poniéndome la piel de gallina y erizando todos los vellos de mi cuerpo cuando las palabras de mamá retumbaron en las paredes de mi mente, atrayendo inmediatos recuerdos y pensamientos que poco a poco comenzaron a embonar cual piezas de rompecabezas en mi mente, creando teorías aterradoras y conclusiones que conseguían hasta dejarme sin aliento por momentos debido a la intensidad y la fuerza demoledora con la que lograban azotarme.

«Lejos de toda la maldad existente en este mundo, ella permanecerá oculta entre aquellos que no pueden causarle un daño mayor, y entre ellos vivirá hasta que su sangre la llame de vuelta a su verdadero hogar... —volvió a citar, y entonces sus ojos subieron hasta los mios—. Entonces, la reina a sus súbditos hacía la eterna victoria deberá guiar.»

Mis dedos se aprietan con fuerza alrededor del material de la taza que sigue presa entre mis manos, y las lágrimas empiezan a picar en mis ojos al tiempo que algunas conclusiones toman más fuerza entre otras en mi cabeza y traen consigo un nudo que no tarda en empezar a atarse con fuerza en mi garganta.

La imagen de mi papá acudió una vez más a mi cabeza, y sentí mi corazón apretarse un poco más dentro de mi pecho.

«(...) aquel, que ha de vivir para ser el mejor de los reyes, y morir para convertirse en el mejor padre.»

El dolor atravesó punzante mi corazón cuando esas palabras hicieron eco en mi cabeza y le dieron sentido y explicación a muchas cosas dentro de la misma.

Él era el mejor rey... El mejor padre.

Él había muerto por amor a mí.

Yo era la reina, aquella destinada a establecer un equilibrio que ni siquiera yo misma sentía en esos momentos.

Un sollozo brotó de mis labios, y la taza resbaló de mis manos temblorosas cuando sentí los brazos de mi mamá rodearme con fuerza, dándole a mis lágrimas ese pequeño empujón que necesitaban para empezar a salir y mojar mis mejillas sin ningún control.

—Cariño, lo siento... —su voz sonó tan rota como sabía que podía estar ella misma, y eso solo consiguió empeorar mi sentir.

La abracé con fuerza también, y negué una y otra vez al no poder confiar en mi voz para hablar. No quería que se disculpara, no quería saber ni imaginar sus razones para hacerlo. No quería, de ninguna manera, escucharla disculpándose y ver lo mucho que el tema le afectaba.

—Perdóname, linda... —volvió a decir, apretándome más contra ella, como sosteniéndome, así como si hubiese sabido que sus próximas palabras le quitarían a mi cuerpo las fuerzas para sostenerme—. Tienes que beber sangre para seguir viviendo, Bleer... Y cuando lo hagas ya no quedaran genes humanos en ti.

Mi corazón se saltó un latido en el momento en el que aquellas palabras llenaron mi audición. Sentí mis piernas flaquear, mas tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para seguir firme y no demostrarlo. Aún así, sentí mi pecho contraerse justo antes que mi corazón empezara a latir a un ritmo tan vertiginoso que incluso dolía. La vocesita en mi cabeza gritó con fuerza, lloró y se negó rotundamente a ceder ante tal cosa, y yo solo pude quedarme callada mientras sentía que el torbellino de emociones en mi interior terminaba de derrumbarme.

Deseé más que nunca que aquello fuera una pesadilla mientras mi mente parecía perderse en un limbo, y mi corazón resintió la rápida ruptura de cualquier idea y esperanza respecto a eso cuando yo misma me repetí que no era así.

Todo estaba pasando de verdad.

Reina VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora