Capítulo 1

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—Voy a extrañarte mucho, Alice.

El corazón se oprimió con fuerza contra mi pecho en aquel momento en el que los brazos de mi amiga me envolvieron, y mi voz tembló, delatando toda la aflicción que atenazaba mis entrañas.

—Claro que no —negó con convicción, mirándome con los ojos llenos de lágrimas pero rebosantes de una esperanza y deseo que pronto manifestó—. No tendrás tiempo para hacerlo, porque cuando menos lo esperes volveremos a vernos —aseguró alegre, y confíe en sus palabras, porque sabía lo loca que estaba y lo poco que podría importarle hacer un viaje de una cuantas horas si con eso podíamos volver a pasar un día juntas.

Me amaba tanto como yo a ella. Eramos hermanas de corazón, y sería muy difícil cambiar eso.

—Me enojaré contigo si me haces esperar demasiado —bromeé con la voz afectada por las emociones.

Mi amiga rió y prometió recompensarme con comida si acaso llegaba a pasar eso. Reí ante su intento de chantaje, aunque eso no disminuyó mi tristeza. No lo hice notar, sin embargo, y traté de empujarla lo más lejos posible de mí cuando finalmente tuve que subir al auto y marcharme.

Lo que más me afectaba de la mudanza era la distancia que eso suponía entre mi mejor amiga y yo. Eso dolía demasiado, pero volvería a verla pronto, de alguna u otra manera lo haría. Estaba segura de eso.

~•~


No sabía por cuánto tiempo estuve condiciendo, tampoco sabía cuánto pasó antes que lograra visualizar la casa de mi mamá, pero no había sido poco.

El pueblo en el que mi madre vivía estaba a un par de horas de la ciudad en la que había vivido los últimos años, y el viaje en auto había sido tedioso y agotador, por lo que ver su fin cerca resultó ser de gran alivio para mí.

Cuando la puerta de la casa se abrió, el rostro sonriente de mi mamá fue lo primero que vi.

—Cariño, me alegra que ya estés aquí —expresó alegre y cálida, dedicándome una pequeña sonrisa que no dudé en imitar.

El leve impulso que me invadía cada vez que la veía después de tanto picó en mi interior pero, una vez más, lo contuve, recordándome con ahinco lo poco que a ella le gustaban los abrazos. Así, evitando cualquier contacto físico que pudiera molestarla o incomodarla, entré a la casa, trayendo mis maletas conmigo. Ambas pesaban mucho, cosa que no me sorprendía debido a la cantidad de cosas que había metido incluso a la fuerza dentro de ellas; lo que sí conseguía intrigarme era lo poco que su peso me molestaba, pero llegados a ese punto estaba demasiado cansada como para darle la suficiente importancia a ese detalle.

—¿Cómo has estado, linda? ¿qué tal el viaje en auto?

Dejé las maletas al pie de las escaleras, considerando si debía pasar con ella a la sala de estar o no. Miré a mamá todavía sin decidir eso, y solo le dediqué un pequeño encogimiento de hombros.

—El viaje fue agotador —admití en medio de un suspiro—, pero fuera de eso, todo bien —una sonrisa se curvó en mis labios entonces y me tomé un momento para observarla, confirmando que seguía tan radiante como siempre—. Esta vez tengo la esperanza de conseguir saber cuál es tu secreto para lucir siempre tan bien —comenté divertida, subiendo y bajando las cejas de manera sugestiva.

Su risa no tardó en escucharse.

—Seguro pronto lo sabrás —asintió con expresión seria, aunque la sonrisa divertida que danzaba entre sus comisuras me hizo dudarlo.

No insistí más en el tema, y quedó más que en el olvido cuando lo próximo a hacer fue pasar a la que de ahora en adelante sería mi habitación. Quise curiosear un poco, observar la vista que podía apreciarse desde el pequeño balcón que poseía, sin embargo, no lo hice. El cansancio siguió haciendo mella en mi sistema, y las ganas de ir al balcón, acomodar cosas y recorrer el lugar quedaron rápidamente en segundo plano cuando mi cuerpo tocó la cama y el sueño me envolvió casi de inmediato.

Reina VampíricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora