Capítulo 4: «Medianoche»

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Gran parte de la jornada noté que estaba siendo supervisado a la distancia. Sentía el peso de una mirada sobre mi. ¿Creían que iba a ser tan descuidado como para marcharme a la plena luz del día? 

Pasé toda la tarde junto al río pescando, imaginando que el caudal del agua tenía el poder de limpiar y arrastrar la angustia alojada en mi pecho. Mi mamá solía decir que no debía alimentar mi mente de pensamientos negativos porque ellos podrían transformarse en un imán para sucesos indeseados, pero por mucho que lo intentara era inútil. Estaba vulnerable ante una serie de posibilidades y conclusiones que involucraban la pérdida de dos personas importantes en mi vida. Tenía un puñal de preocupación hundido en el corazón y con el correr de los minutos se aferraba aún más a mi carne.

Cuando el ocaso desapareció, regresé con los frutos de mi pesca y los entregué en la cocina. Luego, mientras cenábamos, realizaron el conteo diario y hombres y mujeres respondían a sus nombres a medida que repasaban la lista. Éramos cuarenta y tres en total, pero en un pasado no muy lejano superábamos los doscientos. Shownu tenía razón, las pérdidas habían sido significativas. 

Por mucho que nos esforzáramos en ser excelentes estrategas en el campo de batalla, el factor sorpresa de nuestros invasores resultaba mortífero. Transitar por el interior de Corea había sido como caminar sobre terreno minado, teniendo el silbido escalofriante de la muerte a escasos pasos de distancia. Nos habíamos topado con muchas trampas enemigas y con artilugios tecnológicos que cada vez eran más sorprendentes. En consecuencia, el equipo de investigación los sometía a análisis y de esa manera aprendimos mucho de su tecnología y la adaptamos a nuestro arsenal.  

Ellas eran inteligentes y numerosas, pero a menudo predecibles, y sacábamos provecho de ello. Las emboscábamos y desconectábamos, enviándolas al tacho de desperdicios a donde pertenecen. La mente humana es brillante y audaz. Somos valientes y temerarios cuando el desafío es grande. ¡Y vaya que era grande! Nos enfrentábamos a seres mecánicos capaces de extinguir hasta el último de nosotros si no actuábamos debidamente. 

Faltaban cinco para la medianoche y las flamas anaranjadas de la última fogata se habían consumido. La actividad había cesado y todos se disponían a descansar, mientras la guardia nocturna se tomaba un receso en busca de infusiones calientes para enfrentar la fría noche.

MinHyuk era mi mejor amigo y WonHo era la persona que prometí proteger hasta el final de mis días. No iba a regalarle a mi némesis más segundos para destruirlos. 

"Lo siento, Shownu... pero debo hacerlo" murmuré y me marché con los primeros rayos de luna bañando el espeso bosque. 


Continuará...  

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