Viendo la pantalla de una de las cámaras de seguridad, se encontraba el doctor Lustik bebiendo una taza de café, el único café que quedaba en la tierra. Al ver las acciones de sus adversarios y como era que respondía su equipo, comenzó a reflexionar sobre lo que los llevó a eliminar a la mitad de los habitantes de la tierra.
Cerró los ojos imaginándose todo lo que sucedía allá afuera, mientras escuchaba el sonido de las bombas que caían a kilómetros de distancia. No pudo evitar recordar sus ideas sobre los grandes experimentos que tenían en mente. «Personas patéticas, viven rodeados de reglas, no las refutan, no las discuten. Pelean por lo que no tienen idea. Parecen robots caminando hacia una sola dirección sin rumbo fijo» pensó el doctor Lustik. Abrió los ojos rápidamente al escuchar otra alarma de alerta, supo que el mundo estaba llegando a su fin. «Y todo por una lucha de poderes» pensó al momento de recordar el por qué se encontraban en esa situación.
En una habitación anexa casi improvisada, se encontraban las únicas personas que habían sobrevivido a los últimos ataques. Se encontraban en una reunión de jefes de bloques correspondientes a cada parte del continente que en alguna ocasión fue llamado América. En la tercera alarma que escucharon sonó la radio que se encontraba en el centro de la mesa.
—¡Aborten, aborten!, el área c y k ya no son seguras, repito ya no son seguras!
Cada uno de los hombres se encontraba desesperado, y los nervios se apoderaban de todo su cuerpo. Si seguían así en un par de semanas perderían la guerra.
—Ponlo en marcha —dijo el capitán y el ahora nombrado nuevo presidente del continente—. Es ahora o nunca.
—¿Esta seguro señor? —La joven asistente se encontraba un poco dudosa ante la decisión del presidente.
No quería que por desesperación tomara una mala decisión que acabaría con todos.
—No queda otra alternativa —puntualizó, aunque su gesto era poco convincente.
La asistente solo se limitó a asentir, no quería preocuparle más. Al ver que no necesitaba nada más salió de la habitación apresuradamente; tenía que llegar a la residencia HILE, el lugar donde se efectuaban los experimentos necesarios para las armas.
Después de caminar casi un kilómetro, entró a una cabina de teléfono, apretando un botón hizo que se abriera el piso. Empezó a bajar las gradas y en ese momento se arrepintió de los zapatos que llevó, pero eran los únicos que le quedaban en buen estado.
Al otro lado del sector de control tomó rápidamente un micrófono, dando suspiro hondo, no estaba segura si funcionaría, sus manos le sudaban y un escalofrío le recorrió su espina dorsal con tan solo pensar en la situación.
—Preparen todo —comunicó nerviosa, no quería que se complicará más la situación—. Es momento de poner en marcha el experimento L-13.
En ese instante todos en la sala voltearon a verla dejando todo lo que hacían; llevaban más de dos años gestionando este último experimento con el fin de acabar con la guerra, lo rechazaron más de cinco veces, pero esta vez no fue así, le habían dado luz verde.
—Ya oyeron ¡muévanse!, no se queden viendo —espetó de forma exagerada el doctor Lustik, el hombre que dedicó tanto tiempo a un experimento que diera éxito—. Necesito que cierren la habitación nadie sale ni entra ¿entendido?
Todos los que se encontraban en la habitación asintieron rápidamente, comenzaron los preparativos, estaban a punto de poner en pie a su última oportunidad.
En cambio la joven se encontraba más que asustada, movía su pie de un lado a otro; ella solo estaba para supervisar que no cometieran ningún error en ello.
El doctor Lustik comenzó abriendo unos cuantos frascos los asistentes lo ayudaron como podían. En la residencia se encontraban más de treinta doctores y más de cien asistentes especialistas en el tema, así como pasantes que suponían graduarse hace cinco años atrás.
—Es hora —indicó el doctor Lustik dirigiendo una leve sonrisa a la joven la cual asintió levemente.
Si embargo no le respondió, bajó la cabeza y encendió una radio que se encontraba a su lado derecho, para que en el otro lado del sector los escucharan todo lo sucedido.
—Señor presidente ¿está seguro de lo que hace? —quiso saber el doctor Lustik.
—Me da esa opción hace más de dos años y ahora me pregunta si estoy seguro —se escuchó molesto al otro lado de la línea—. Claro que estoy seguro.
—Señor presidente —dijo aún más tranquilo, con un aspecto de estar satisfecho de la decisión—. Se lo pregunto porque si comenzamos ya no habrá vuelta atrás.
—Hágalo lo más rápido posible, antes que la tierra termine sin un ser vivo —Esta vez se escuchó aún más desesperado.
El doctor Lustik se limitó a escuchar e hizo un ademan en señal de dar inicio, lo asistentes tomaron un frasco y se colocaron en unas camillas en posición, atentos a lo que se les pidiera.
Los demás doctores tomaron los controles y unas computadoras para ingresar los códigos necesarios, este era el experimento que según ellos era el más viable para la humanidad.
—A las 4:30 se tiene a bien el inicio nuestro experimento denominado Cisma será la puerta para una nueva era —avisó uno de los doctores viendo a todos a su alrededor—. Todos en esta sala se comprometen a hacer lo que sea posible, para que sea un éxito.
Todos asintieron viendo el reloj, muchos de ellos no sabían si sería lo correcto para terminar con la guerra, esa que había dejado destruido todo a su paso y que por ella ya no existía la fama ni el dinero.
—Es hora. El experimento L-13 está en marcha, a las 4:30 —dijo Lustik con una sonrisa de satisfacción, en el fondo sería un éxito para él, aunque no lo fuere para el mundo—. Cisma la nueva era ha comenzado.
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Teorías
Ciencia Ficción[Primer libro] |•Trilogía, Las teorías para sobrevivir •| La tranquilidad y porvenir del futuro se verá afectado por un extraño virus que a su vez captará la atención de un grupo de jóvenes curiosos. En su expedición conocerán a un equi...