Capítulo I

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(Parte 1)

Vio las perlas que la peineta tenía a su alrededor, le parecían realmente hermosas.

—Se parecen mucho al color de tus ojos —admitió Arlhene.

—Eso mismo me dijo mi padre —aceptó Liliveth inclinando levemente su rostro hacia adelante—. Por eso te lo regalo, para que te recuerdes de mí.

La joven de cabello rizado, escuchaba con detenimiento a su amiga. No sabía lo que debía contestarle, estaba triste lo sabía perfectamente. No quería perderla nuevamente pero esa eran las reglas y nadie podía quebrantarlas.

—Siempre la llevaré puesta —dijo con una sonrisa, fingiendo lo triste que estaba—. Además combinan con mis ojos.

—Arlhene... —susurró con ojos llorosos.

—Arlhene... —Volvió a escuchar, pero esta vez no reconoció la voz—. Arlhene...

El sonido de la puerta la hizo volver de sus pensamientos, y después de unos segundos escuchó la voz de su madre llamarle, pidiendo que bajara.

—Un minuto —contestó.

Se vio en el espejo mientras recordaba a su amiga una semana atrás. Tomó su cabellera larga y rizada, haciéndola una rosca de lado, colocando la peineta como adorno. Se vio por última vez en el espejo dando un leve suspiro. No dejaba de pensar en la mala suerte que cargaba su amiga.

El intercambio era una de las reglas de la ciudad. Lo cual consistía en que cada año, diez estudiantes de cada grado eran escogidos para ser reasignados en los otros tres establecimientos de la ciudad.

Por desgracia nuevamente le tocó a Liliveth, en cambio Arlhene tuvo la suerte de no ser escogida ni una sola vez. Pero eso no la exoneraba de sus sentimientos que tenía hacia sus amigos, aun los extrañaba.

Bajó rápidamente dirigiéndose al comedor donde se encontraban sus padres.

—Nos vemos después de clases —se despidió Arlhene de su madre.

—Te estaré esperando —informó su madre dándole un beso en la frente—. No olvides tomar nota, no olvides poner mucha atención.

—Amor, no exageres —dijo Edric.

Se acercó a su esposa lentamente y la tomó de su hombro. Le dedicó una sonrisa burlona y acto seguido se acercó hacia sus labios dándole un delicado beso.

—No es tonta. —Fue lo primero que dijo al alejarse de ella—. Es su primer día y ella ya está suficientemente grande para saber qué hacer.

La joven sonrió por el comentario de su padre, él siempre la ayudaba y su madre le gustaba protegerla, darle consejos en caso de que se olvidara de alguna cosa importante.

Hizo un ademan con la mano para despedirse nuevamente de su madre, y al estar frente a la puerta su padre se la abrió rápidamente.

Estando fuera de su casa, pudo observar los rayos de sol que comenzaban a asomarse en las ramas de los árboles que tenían frente a su calle. Dio una sonrisa de satisfacción antes de comenzar a caminar hacia el auto de Edric, un auto de dos puertas color gris con dos delgadas franjas azules que indicaban ser parte de los tres delegados de la seguridad de la división Libertad.

Entró rápidamente al auto, dejando su bolso en la parte trasera.

—¿Lista? —quiso saber su padre antes de encender la radio.

—Lista —aseguró Arlhene y asintió con la cabeza.

La joven miró hacia delante mientras escuchaba la voz del locutor oficial de la mañana.

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