Capítulo XIII

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El ruido blanco de walkie talkie comenzó a hacerse presente en la habitación.

Siento la interrupción. Ya tengo la ubicación de la caja. Así que Arlhene necesito que vayas por ella.

La chica rápidamente soltó a Brentt, pero no estaba segura si hacer caso al hombre del radio. Por su mente pasaron las palabras de Venesca «Si alguien es herido y Feeryin no pudo curarlo a tiempo, no podremos llevarlo. Tendrá que quedarse» y era más que claro que en pocos minutos Brentt ya no podría correr.

—Lo haré con una condición. Deben curar a Brentt, deben prometer que saldrá vivo del edificio.

Esperó unos segundos y por un momento creyó que no le responderían.

No tenemos tiempo para promesas —se escuchó la voz molesta de Zahir y más que ello era porque estaba desesperado en salir de allí.

—Soy la única que puede sacarlo, así que o salimos todos o nos quedamos todos.

Brentt negó con la cabeza al escucharla, sabía que debían encontrar la caja o todo sería en vano.

Bien —respondió nuevamente el hombre en tono serio—. Traeré a Feeryin pero saca la caja.

Arlhene reclamaría, pero volvió su vista a Brentt el cual asintió levemente.

—¿Donde esta?

En los archivos, quita la segunda caja de arriba. En el extremo derecho hay un botón.

Arlhene siguió todas las órdenes, y al instante se abrió una ventana.

Se acercó detenidamente, dudando en lo que encontraría.

Es un ducto de ventilación. No te preocupes —dijo el hombre que básicamente veía cada movimiento de Arlhene—. Debes entrar, cuando llegues al fondo cruzas a la derecha. Así llegarás a la otra habitación, donde se encuentra la caja.

«Y no había otro camino» pensó Arlhene, ya era muy tarde para arrepentirse. Así que debía seguir, se encaramó como pudo, subiendo torpemente. La única forma de avanzar era gateando. Así lo hizo, pero el ducto se volvía mas estrecho lo cual hizo que Arlhene empezará a arrastrarse para poder lograr su objetivo.

Siguió las órdenes al pie de la letra, puesto que el ducto tenía más vías, y no sabía que cosas encontraría.

En el camino no dejaba de pensar en infinidad de cosas; como el por qué se dirigía hacia allá, por qué siguió a Brentt, qué haría después y sí no había escapatoria. Intentó apartar todas esas preguntas y trató de concentrarse.

Siguió arrastrándose hasta llegar a la habitación. Debía salir, pero le era dificultoso; estaba a casi a cuatro metros de altura y apenas podía moverse. En ese instante se arrepintió de haber aceptado, se arrepintió de ingresar de esa forma y más que ello se arrepintió de no tener grandes ideas.

¡Lánzate! —se escuchó la voz de Zahir—. Lo peor que te puede pasar es que te quiebres un brazo o los dos. Pero nada más.

No había forma de darle ánimo a Arlhene, tampoco había forma de ayudarle.

Sacó un poco más su cuerpo, tenía que lanzarse era su única opción. Comenzó a balancearse, para no caer de picada y caer de boca. Sacó la mitad de su cuerpo para asegurarse de caer, se balanceo nuevamente. Y al querer lanzarse se arrepintió en el momento.

¿Ya? —quiso saber de inmediato Zahir.

Pero Arlhene no quiso responder, intentaba maquinar alguna idea, pero entre más pensaba más bloqueada se sentía.

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