Hermione

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Los días se sucedían uno tras otro sin grandes cambios. Ante mis amigos, nada parecía haber cambiado, salvo que ahora estaba de mejor humor. Sin embargo, yo sabía que en el fondo todo había cambiado. Tenía una especie de complicidad con Malfoy. Un trato sin palabras que consistía en fingir llevarnos como siempre cuando en el fondo, ambos sabíamos que estábamos guardando un secreto.

Me gustaba esta nueva amistad con Malfoy. No solo había acallado considerablemente las burlas de los Slytherins por la condición de mi sangre, si no que era divertido saber que nuestra nueva "relación", si podía llamarse así, era algo solamente nuestro. Sin necesidad de compartirlo con nadie más. Un secreto más que guardar. 

Tampoco habíamos vuelto a reunirnos desde la lechucería, pero en nuestras miradas podíamos leer lo que pretendíamos decir con nuestros insultos y silencios vacíos. 

—Vaya, vaya, la sangre sucia y la comadreja—rió una voz ya muy conocida, que antaño era demasiado irritante para mis oídos. —¿Por qué no me sorprende que hagáis tan buena pareja? El que no tiene nada, con la que no debería tener nada.

—Cállate, Malfoy, o te juro que—empezó a amenazar Ron sacando la varita. No estaba segura de si debía intervenir o no, pero decidí que lo más sensato sería esperar a ver hasta donde llegaba la cosa para ver si realmente necesitaba detenerles. 

—¿O qué, pobretón? ¿Me lanzarás un conjuro que luego te atacará a ti?

—Pedazo de...—masculló Ron acercándose con brutalidad al rubio. Éste seguía con su sonrisa impasible. 

—Vamos, comadreja, demuéstrame que tengo razón. 

—Ronald, ¡no vale la pena!—le detuve. Vi que él no me había escuchado. 

Weasley nació en un basurero—canturreó Malfoy. 

El pelirrojo no hacía más que enrojecer de la ira. Le miré con un gesto de desesperación. A continuación miré a Malfoy con una expresión de desamparo, tratando de descifrar por qué le atacaba de esa manera. Ron empujó al rubio, el cual se chocó contra la pared, pero no borró esa sonrisilla de su cara. 

—¡Ronald, basta, por favor! —grité. Él seguía sin escucharme. 

—Deberías escuchar a tu novia, Probetón, llevas todas las de perder—comentó de nuevo Draco con esa voz tan cargante. 

—Draco, ¿por qué haces esto?—le pregunté cansada. 

—¿Quién te ha dado permiso para tutearme, pequeña sangre-sucia?

Una vez dicho esto, me miró con sus profundos ojos grises y supe que me lo preguntaba en serio. ¿Por qué le había llamado Draco en lugar de Malfoy, como siempre? Era una cuestión que ni yo misma podía responder. 

Mi amigo pelirrojo no pareció tomárselo como una pregunta, y se lo tomó como otra de las burlas del rubio oxigenado. 

—Un solo comentario más, hurón albino, y te juro que no sobrevives...—amenazó, y esta vez supe que lo cumpliría. 

—¿Un comentario acerca de su sucia sangre?—picó él. 

Ron parecía a punto de abalanzarse sobre Malfoy, así que intervine de la primera forma que pensé. Me lancé entre el camino de los dos chicos para impedir que cualquiera de los dos saliera herido. 

—Ron—intenté calmarlo, poniendo una mano en su pecho. Su corazón latía muy acelerado, pero pude notar que intentaba tranquilizarse a sí mismo. —Escúchame, no merece la pena, ¿está bien? Que pelees con él es justo lo que quiere. Tú eres más inteligente que eso, por mucho que él te fuerce a creer lo contrario. Además, eres un prefecto. Ronald, de veras que no vale la pena pelear por una causa absurda. Sólo ignórale, ¿quieres?

Él dirigió su vista al suelo y cuando volvió a mirarme, sus ojos parecían más calmados. Me sonrió y asintió. 

—Eres genial, Mione.

Creo que me sonrojé, pero si fue así ninguno de los dos lo mencionamos. Estuvimos unos segundos más en silencio mirándonos a los ojos. Pero Malfoy tuvo que abrir la boca, recordándonos que seguía ahí. 

—Eso, doma a tu fiera, Granger.

Estuve a punto de replicar, pero Ron me cogió de la mano y tiró de mí. 


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¿Enemigos? | Dramione | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora