Draco

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La vi desaparecer por esa puerta y no pude contenerme más. Pateé el armario, pateé la silla, pateé viejos trastos inútiles. Los pateé de la misma forma que ella me había pateado el corazón. 

"Los sentimientos no son peligrosos." ¡Qué ridiculez! ¿Acaso era ella consciente que yo podía acabar muerto por esos sentimientos? Los dos, en realidad. Claro que no. ¿Cómo iba a saber ella nada de lo que era trabajar para lord Voldemort.? ¿Acaso se creía que era fácil? ¿Acaso pensaba que era fácil ver cómo destruían todo lo que alguna vez te había importado? ¿Ver cómo te destruían a ti y te convertían en uno de ellos? ¿Y no poder hacer nada? Absolutamente nada. Ni siquiera poder intentar oponerte. 

Por otra parte, ella tenía razón. ¿Qué pasaría si seguíamos con aquel... lo que fuese? ¿Si alguien nos pillaba en mitad de un beso? ¿O incluso de una reunión? ¿Qué pensaría la gente? ¿Qué pensarían los queridos salvadores? ¿Qué pensaría mi familia? ¿Padre, la loca de mi tía o el mismo Señor Tenebroso? Me matarían. O, lo que es peor, la matarían. O cosas peores. Recordaba lo que me había contado con orgullo mi tía Bellatrix sobre lo que había hecho a los Longbottom... No podría soportar que le hiciesen eso a Granger. Aunque fuese una sangre sucia. Pero, ¿y si era peor? ¿Y si me obligaban a hacerlo a mí? Sabía que nunca podría... y no quería ni imaginarme las consecuencias que tendría eso.

Lo mejor era que cada uno siguiese por su lado, y esperar que Harry Potter hiciese por una vez un buen trabajo como El Elegido y derrotase de una vez a lord Voldemort. 

Me di cuenta de que tenía las mejillas mojadas y que, por tanto, llevaba un largo rato llorando en silencio. 

¡Maldecía a Hermione! 

Las lágrimas seguían cayendo, y yo no hacía nada por impedirlo.

 ¡Maldecía a Voldemort!

Me dejé caer en el suelo, rendido.

¡Maldecía a padre!     

***

¿Qué estaba haciendo? No dejaba de preguntármelo. Aún así, dejé la botella de  hidromiel en la puerta del despacho de Dumbledore. Una parte de mí, esperaba que toda aquella pesadilla acabase ya y el director muriese de una vez. Otra parte de mí, deseaba con todas sus fuerzas que el viejo loco fuese lo bastante inteligente como para no tomarse hidromiel de alguien anónimo en los tiempos que corrían. 

Mientras me marchaba, no podía dejar de sentirme como un completo asesino. ¿Cómo podía traicionar de esa manera mi escuela? Tal vez, nunca se sintiese un verdadero hogar, pero había pasado gran parte de mi vida entre esos muros. Había jugado, había reído y había aprendido. Y, me gustase o no, todo había sido gracias a ese chiflado.

***

Maratón 2/4

¿Enemigos? | Dramione | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora