Draco

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Tras el intenso episodio con la sangre sucia en la sala de los menesteres, no sabía cómo actuar con ella. Solía andar por los pasillos con tranquilidad, a veces seguido de Crabbe y Goyle. Sin embargo, cada vez que la veía, mi mente evocaba el recuerdo de su tacto, su aroma, su aliento en mi oído. Cada vez que pensaba en eso, me obligaba a mí mismo a recordar también que era una sangra sucia amiga de San Potty. Pero a la vez, caía en la cuenta de lo mucho que me estaba ayudando al guardar mi secreto. Mi mente era una confusión. 

Ella no debería importarme tanto. En realidad, solo debía fingir que éramos amigos para que siguiera con la boca cerrada. Pero no podía fingir. 

—Entonces, ¿castaños o pelirrojos, encanto?—oí que preguntaba una voz a la vuelta del pasillo. Normalmente no le hubiera dado importancia a un alumno intentando coquetear con otra. Pero al girar la esquina me di cuenta de que el alumno en cuestión era Cormac McLaggen. Un patán de Gryffindor que tenía complejo de Malfoy. Muchos pasos por delante, caminaba Granger con cara de fastidio y tratando de acelerar el ritmo. 

Tuve que contenerme para no contestar yo por ella: "Rubios, por supuesto". 

—Vaya, McLaggen, siempre pensé que tratabas de copiarme en personalidad. Pero ahora veo que no. Ir detrás de una sangre impura no es mi estilo. Ni el mío ni el de nadie que se precie. Acabas de destruir el mito que tenía sobre ti, amigo— comenté cuando pasó por mi lado. Se me quedó mirando extrañado, como si no comprendiese. Yo solo sonreí de medio lado con un deje de desprecio. —Suerte en Quidditch. La necesitarás, ya que tú no tienes la suerte de ser el mejor amigo pobre y rastrero de vuestro querido "elegido"—continué. 

La castaña, a quien había escuchado reírse con el primer comentario, se giró visiblemente enfadada:

—Perdona, pero es obvio que Ron encaja mejor en el equipo que Cormac. No solo es un excelentísimo guardián. También sabe jugar en equipo y respetar a sus compañeros y su capitán- Así que ni se te ocurra burlarte de él. 

—Aww, la sangre sucia defendiendo a su futuro esposo: la comadreja pobretona. ¿No crees que es hora de dejar que él libre sus propias batallas?

—Si no está presente, dudo que pueda defenderse de cobardes como tú que tan solo dicen lo que se espera que ellos digan en el momento en el que pueden salvar su culo— atacó ella con palabras muy firmes, que cayeron sobre mí como piedras. 

No sabía hasta qué punto era cierto lo que ella decía que pensaba o hasta qué punto era todo parte del montaje que nos traíamos. 

—Sí bueno, al menos los cobardes como yo, como tú me llamas, no nos arrastramos detrás de una comadreja asquerosa que no solo es un ser horrible, sino que además aprovecha cada oportunidad que pasa para hacerle ojitos a la primera que pase.

—¿Ser horrible Ronald? Me parece más típico de un ser horrible usar argumentos basados en el odio y en la discriminación y usar hipótesis que lo único que pretenden es hacer daño al otro. Y si de verdad piensas que me molesta que Lavender ande detrás de Ron, estás completamente equivocado. Y si de verdad piensas que me arrastró detrás de él, no me conoces en absoluto, huroncito

Pronunció la última palabra con cariño irónico. Después de eso, giró sobre sus talones y caminó hacia la clase de pociones, en la que, por cierto, compartíamos mesa. Sin darme cuenta, un corrillo de alumnos de Gryffindor y Slytherin se había formado alrededor y estaban esperando que yo ejecutara una respuesta ingeniosa e hiriente. Pues bien, lamentaba decepcionarles, pero me había quedado sin munición. 

Fui a la clase de pociones con la cabeza bien alta y ocupé mi sitio junto a Granger, quien cortaba el díctamo casi mecánicamente y sin levantar la cabeza. Yo me ocupé de mi parte sin intercambiar ninguna palabra con ella. 

Aún seguía perturbado por la discusión en el pasillo. No sabía si lo que nos habíamos dicho iba en serio o solo era parte de la farsa. Ni siquiera sabía con qué intención lo había dicho yo. Solo sabía que me sentía agotado, mientras trataba de buscar argumentos en mi cabeza para continuar insultándola si la pelea comenzaba de nuevo. 

Me atreví a alzar un poco la vista hacia mi compañera y vi que anotaba algo en un trozo de pergamino viejo, al tiempo que me lo entregaba. 

Esta noche a las 12 en la biblioteca. 

Leí en el papel. 

 

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¿Enemigos? | Dramione | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora