Arrogante. Prepotente. Frío. Astuto. Sangre Pura. Él es Draco Malfoy.
Inteligente. Compasiva. Sensible. Valiente. Sangre Sucia. Ella es Hermione Granger.
¿Qué pasaría si los viejos enemigos dejaran de serlo?
*No me gusta meterme en pro...
Después de varias semanas, no había vuelto a ver a Hermione a solas desde nuestro encuentro en la biblioteca. Tan solo estábamos juntos en clase de pociones, donde intercambiábamos miradas, roces y susurros con disimulo. Aquello como el juego de las escondidas. Nosotros contra el mundo. Y, de momento, íbamos ganando.
No queríamos tentar a la suerte, pero cualquiera que nos prestase atención en clase, podría ver que algo había cambiado entre nosotros. No éramos los enemigos que habíamos sido antes. No nos odiábamos, o eso parecía.
De nuevo en aquel aula, estaba esperando a que Hermione llegara, acompañada de sus dos bobos amigos. Sin embargo, aquello no sucedió. La comadreja y el cara rajada llegaron a la clase juntos, pero no había rastro de la castaña. Algunos minutos después, apareció.
Apenas dirigió una mirada al pelirrojo. Caminó hacia su sitio con el ceño fruncido y los labios apretados. Parecía realmente molesta por algo.
—¿Te encuentras bien?— le pregunté en voz baja.
—Evidentemente— respondió ella cortante.
—Querrás decir evidentemente no— le corregí yo, tratando de componer una sonrisa de superioridad.
Ella no respondió y se concentró más de lo normal en la tarea.
—Vamos, dime al menos qué te ha pasado para estar así— insistí yo. Entonces, caí en la cuenta de lo que acababa de decir. Yo, Draco Malfoy, preocupándome por el bienestar de una sangre sucia. Eso era algo nuevo.
—No es asunto tuyo. De todas formas, ¿por qué te importa?— susurró ella, demasiado enfadada como para mirarme siquiera.
No contesté. No porque estuviese ofuscado por el trato que me estaba dando. No contesté porque realmente no sabía qué decir. Ni siquiera yo sabía la respuesta a esa pregunta. ¿Por qué me importaba la sangre sucia? Intentaba convencerme de que me importaba porque interesaba tener a mi enemiga contenta y que cerrase la boca, pero hasta yo sabía que aquello no era verdad. ¿Entonces?
Permanecí callado el resto de la clase, al igual que ella. Cuando Slughorn dio por terminada la clase, todos los alumnos empezaron a salir de la sala. Todos, salvo Hermione y yo. La chica de ojos castaños iba a salir, pero yo le tomé del brazo y la retuve.
—¿Qué pasa?
Ella intentó zafarse de mi agarre, pero no lo consiguió. Finalmente, se rindió y cerró los ojos resignada.
—¿Qué quieres saber, Draco?
Su voz era cansada y melancólica. Medité la pregunta que debía hacerle a continuación para evitar que se sintiese ofendida o invadida.
—¿Es por mi culpa?
Yo ya sabía que aquello no era mi culpa. Si lo hubiese sido, Ron y Harry no tendrían nada que ver en el asunto (aunque bien podría ser una casualidad). Y, seguramente, hubiese empezado justo después del encuentro de la biblioteca, no varias semanas después. Pero aquello solo era una pregunta que tenía el fin de saber más.
Miré sus ojos. Esos castaños ojos que encerraban más pensamientos complejos que los de cualquier pensadero. Su expresión se suavizó, lo suficiente como para que yo la soltase sin temer que fuese a huir.
—No, por supuesto que no lo es... Es... olvídalo...
Una vez dicho esto, la joven Gryffindor se dio la vuelta. Pensé que se marcharía e iría con sus amigos a la siguiente clase. Sin embargo, me equivocaba. Cerró la puerta y volvió sobre sus pasos hasta colocarse a unos centímetros de mí.
—Ron está con Lavender— soltó de pronto.
—¿Y?
—¿No es obvio? ¡Quiero a Ron! Y, de la nada, comenzó a comportarse frío conmigo sin ninguna explicación... Y, de repente, ¿está con esa...?
—¿Con esa mala zorra?— completé yo, sacándole una diminuta sonrisa. Asintió con la mirada levemente.— Granger, la comadreja no te merece. No te preocupes por Lavender, es alguien a su altura. Busca a personas que estén a tu nivel.
Ella sonrió con los ojos, con los labios solo a medias. Pronto, compuso una mueca de arrogancia nada típica de ella y demasiado típica del anterior Draco.
—¿Estás insinuando algo, Malfoy?
—Claro que no, Granger. Te recuerdo que somos enemigos.
La muchacha rió. Siempre congelaré ese instante en mi memoria. Vino hacia mí con paso decidido, pero delicado. Posó su mano izquierda en mi mejilla. Un contacto que me hacía revolotear en mi mente. No recuerdo la posición de mi cuerpo. Solo recuerdo que aquel fue el mejor beso de toda mi vida.
—Vamos a llegar tarde— conseguí decir. Me maldije mil veces por interrumpir aquel momento.
—No me importa— respondió ella besándome de nuevo, en un segundo asalto que me dejó sin aliento y sin pulso.
Cejado, sujeté sus caderas y la elevé, hasta sentarla en una mesa, donde la rodeé por la cintura. Hermione se pegaba más a mí, cortando por completo mi respiración. No sabía en qué momento había cerrado los ojos y me estaba dejando llevar por ella.
Llegados a ese punto, tenía la firme convicción de que aquello no significaba nada. Tan solo atracción prohibida. Mezclada con algo de complicidad. No podía decirse que éramos "amigos", solamente "cómplices que guardan secretos". A ojos del mundo éramos enemigos. Pero eso no quitaba que pudiese haber atracción en medio.
Sin embargo, una parte de mí no opinaba lo mismo. Un beso como aquel, con tanto revuelo en mi estómago no podía ser simple atracción.
—¿Enemigos?— preguntó ella cuando nos separamos.
—Ya me dirás tú— respondí casi jadeando. No bromeo cuando digo que Granger me robó el aliento.
Ella sonrió antes de salir del aula. No. Ello no sonrió. Ella ME sonrió.
***
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