Habíamos bajado del tren hacía bastante, y me encontraba deambulando por los pasillos, en busca de calma para reorganizar mis ideas. Vamos, Hermione, no puedes estar en serio. No te has podido enamorar de Draco Malfoy. Ya no es solo ese tipo que siempre te insultó. Es también ese tipo que está ayudado a Lord Voldemort.
Esas eran las reprimendas que me soltaba mi cerebro cada vez que tenía una oportunidad. Mezcladas de vez en cuando con recordatorios diciendo que se suponía que yo estaba colada por Ron desde los primeros años. ¿Qué diablos me estaba pasando?
Draco Malfoy. Eso me estaba pasando. Todo sería más fácil si la Hermione del pasado no hubiese decidido que era buena idea espiar a Malfoy. O si la Hermione del presente se decidiese de una vez a delatarlo. De todas formas, ¿no era eso lo correcto?
Ya debería haberles contado a Harry y Ron sobre Draco. Harry ya sospechaba que el Slytherin fuese un mortífago... yo solo tenía que contarle lo que había visto. Pero era tan... complicado. No podía delatar a Malfoy de la nada. ¿Por qué no?, preguntaba mi conciencia. Porque no puedo delatarle. Él confía en mí. Y estoy segura de que tarde o temprano recapacitará y dejará de practicar con ese armario evanescente., le respondía yo. Hermione, sabes muy bien que es solo cuestión de tiempo que uno de los dos traicione al otro.
—¡Cállate!— me grité en medio del pasillo. Genial, ahora me estaba volviendo loca. Suerte que no había nadie para presenciarlo.
Seguí caminando, pero mi cabeza seguía dispuesta a permanecer dividida. Antes de que pudiese darme cuenta, el chico que ocupaba todos mis pensamientos estaba en frente de mí.
—Tenemos que hablar.
Me quedé boquiabierta sin saber qué decir. Él me arrastró de la manga y me llevó hasta un pasillo por el que no solían pasar muchos alumnos.
—No hay nada que hablar— dije cuando me recompuse.
—Claro que tenemos que hablar. ¡Me dijiste que me querías!— exclamó él.
—Ahora mismo tengo cosas que hacer, y no puedo hablar de esto. Adiós, Malfoy.
No quería haber sonado tan indiferente, pero no sabía de qué otra forma razonar. Tanto mi consciencia como yo estábamos de acuerdo en que no era buena idea ser las eternas enamoradas de Draco Malfoy. ¡Pff! ¡Qué absurdo! ¿Malfoy y yo? ¿Enamorados?
Me marché de allí como pude, intentando no mirar demasiado a aquellos ojos grises. Mi madurez decía que evitar el tema no lo haría desaparecer, y que, si Malfoy no seguía insistiendo (cosa improbable), seguiría rondando mi cabeza. Mientras tanto, mi mente me repetía una y otra vez que debía salir corriendo de allí y contar todo a Harry y Ron. Mi consciencia me llamaba traidora; pero, hiciese lo que hiciese, estaría traicionando a alguien. Y eso, por no hablar de mi corazón, que se desbocaba cada vez que Malfoy se acercaba a mí.
Lo único que tenía en claro era que estaba aterrada. Por la situación, pero también por él. ¿Qué pasaría? ¿Qué haría? Había confesado que se sentía incapaz de seguir ayudando a Lord Voldermort, pero... Todo era posible en aquellos tiempos oscuros, y una no podía fiarse de nadie, y mucho menos del hijo de un mortífago.
El resto de la semana continuó con toda la normalidad que podía, teniendo en cuenta el tiempo en el que nos encontrábamos. Las clases de pociones se volvieron aún más incómodas si aquello era posible, y, para colmo, cada encuentro en el pasillo con Malfoy parecía desatar una tormenta en mi interior.
Hasta que llegó el sábado. Seguramente, Ronald estaría con Lavender, buscando nuevos rincones ocultos para un par de enamorados. Puaj. Harry, ¿cómo no?, se encontraba en el despacho de Dumbledore. Y yo, yo me encontraba completamente sola. Extrañaba la compañía de Draco. Extrañaba hablar con él y... lo que viniese después. Pero, sobre todo, extrañaba su proximidad y esa sensación de seguridad que me infundía el estar cerca suya. Pero, ya había vivido una larga temporada de mi vida intentando alejarme de aquel Slytherin, podía seguir evitándolo lo que quedaba de mi estancia en el castillo. Si es que salíamos vivos de allí.
De nuevo, deambulaba por los pasillos, sin ningunas ganas de encontrarme a "Ro-ro" y a "Lav-Lav" en la sala común. Fue entonces cuando vi su cuerpo alicaído y cabizbajo cruzando el pasillo. Se encontraba de espaldas a mí. El corazón me dio un vuelco. Llevábamos demasiado tiempo sin hablar en condiciones. Pero... así debían ser las cosas, ¿no?
Me paré en mitad del pasillo y contuve el aliento, esperando que no notase mi presencia.
—Granger— me llamó, con tono triste—, deberías saber que siempre sé cuándo estás cerca.
Entonces, se dio la vuelta. Y me miró. Con esos grandes e imponentes ojos grises. ¿Cómo en alguna época me podían haber parecido fríos? Encerraban demasiados sentimientos. Tantos, que quizás parecieran ninguno.
Nos separaban varios metros, pero la soledad del pasillo simulaba que estábamos cerca. Demasiado, quizás. Necesitaba correr a sus brazos y dejarme abrazar. Necesitaba gritar y salir en dirección contraria. Necesitaba romper a llorar. Sin embargo, no hice nada de eso. Tan solo me quedé ahí, parada en medio del pasillo, con todos los músculos de mi cuerpo paralizados.
"¡Perdóname!", quería gritar. "Seamos felices." O tal vez, "¡Sal de mi vida!" Pero tampoco dije nada, sin poder articular palabra.
—¿Vamos a hablar ahora?— me preguntó, sin acercarse a mí ni un centímetro.
—No aquí— respondí. Necesitaba que hablásemos.
—Sala de los Menesteres. Yo voy para allá. Date un par de vueltas y nos vemos allí— ordenó, justo antes de desaparecer.
Él seguía teniendo efecto en mí, incluso después de marcharse. Yo continuaba paralizada. No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude volver a moverme. Mientras caminaba hacia la sala de los Menesteres, me reprendí a mí misma: ¿Qué te pasa? Eres Hermione Granger. Eres más fuerte que eso...
Al fin llegué. Él estaba sentado en lo que parecía una silla antigua. Miraba fijamente la puerta. Sus ojos me siguieron hasta que me senté en el suelo. Ese gris tan intenso estaba fijo en mí, haciendo que me sintiese tan indefensa...
—¿Y bien?— pregunté.
—¿Estás bien?
Decidí no mentir.
—No.
—¿Decías la verdad cuando... eso?
Parecía que su valor y su determinación se habían esfumado, al igual que los míos. Sin embargo, estaba decidida a decir la verdad. No quería más mentiras. Demasiado cruel, injusto y falso era el mundo para seguir mintiendo.
—Sí— admití en casi un susurro.
Él retiró la mirada, mientras asentía lentamente con la cabeza.
—Pero...—continué, dudando—, tal vez deberíamos dejarlo ahí. Los sentimientos no son peligrosos. Una relación... en tiempos como estos... Bueno, eso ya es otra cosa. Sobre todo, teniendo en cuenta... la situación. Eres un mortífago, y ayudas a Lord Voldemort... y yo soy una sangre sucia que lucha contra él. ¿Ves qué absurdo es esto?
—¿Que los sentimientos no son peligrosos?— me espetó, gritando.
Se levantó de la silla, y parecía a punto a abofetearme, pero solo comenzó a dar vueltas en círculo por la sala, bajo mi mirada. Tras unos minutos de silencio, su semblante se volvía impasible y fría.
—Tú lo has decidido. Supongo que esta es la última vez que hablamos, Granger.
La forma en la que pronunció mi apellido; tanto rencor, odio y desprecio, a la vez que dolor; me rompió en mil pedazos.
—Lo siento...— murmuré, con la escasa fuerza que me quedaba.
—Es mejor que te vayas ahora.
Y eso hice.
***
Maratón 1/4
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¿Enemigos? | Dramione | ✓
Fiksi PenggemarArrogante. Prepotente. Frío. Astuto. Sangre Pura. Él es Draco Malfoy. Inteligente. Compasiva. Sensible. Valiente. Sangre Sucia. Ella es Hermione Granger. ¿Qué pasaría si los viejos enemigos dejaran de serlo? *No me gusta meterme en pro...