Hermione

15K 811 229
                                    

Tan solo eran las once de la noche, pero yo ya estaba en la biblioteca. Esperando a alguien a quien nunca antes hubiese querido ver. Pero necesitaba aclarar varias ideas que cruzaban mi mente. 

Ahora entendía el miedo de Malfoy aquella noche en la lechucería cuando él pensaba que yo no iría. Era una tortura tener que esperar tanto. 

Para amenizar la espera, intenté concentrarme en un libro, pero yo vagaba por diversos pensamientos, normalmente protagonizados por el sangre pura. ¿Nos odiábamos o nos llevábamos bien? ¿Éramos aliados? ¿O enemigos? Y si éramos enemigos, ¿convenía alejarnos? ¿O acercarnos?

Me sentía tan perdida cuando se trataba de Malfoy. No tenía ni idea de qué pensar, cómo actuar o qué sentir. Se suponía que él me había confiado algo importante. Y yo no le había traicionado de momento. Pero, ¿por qué? ¿Qué había en él para que decidiese darle una oportunidad cuando había fallado tantas veces? Todo eran dudas. No conseguía sacar nunca nada en claro. 

Miré el reloj una vez más. Las once y diez. Aún la espera era larga. Suspiré, deseando poder hacer pasar el tiempo más rápido. O poder lanzar un "Accio Malfoy". Pero no. Me planteé marcharme de allí y volver más tarde, pero no. Ya estaba allí, y no quería despertar a las chicas. 

¡Por Merlín! Siempre que no me encontraba en los dormitorios de madrugada, estaba haciendo cualquier cosa para salvar el mundo de Voldemort (como aquella vez en primer año cuando fuimos en busca de la piedra filosofal). Y, en ese momento, estaba, precisamente, ocultando un plan suyo. Me sentía como una traidora a mis amigos. Dudé. Estuve a punto de marcharme de allí y contarles todo a Harry y Ron. Pero ahí estaba de nuevo. Esa fuerza que me impedía romper mi palabra ante Malfoy. 

Miré el reloj. Las once y cuarto. Parecía que el tiempo transcurría más despacio a propósito. 

***

—Despierta, Granger—dijo una voz ronca junto a mi oído. 

Abrí los ojos. Estaba echada sobre una de las mesas de la biblioteca. Me levanté con rapidez. ¡No me lo podía creer! Me había dormido. Bueno, al menos eso me había librado de la angustia durante la espera. Forcé mi vista para que se acostumbrase a la oscuridad y pudiera distinguir las figuras. 

Vi a Malfoy muy cerca de mí y una oleada de sentimientos contradictorios me recorrieron de arriba abajo. 

—Seré directa—comencé. —¿Somos aliados o enemigos?

—Eso dímelo tú— dijo él con un tono determinado. Se acercó un poco más. Y ambos quedamos a tan solo unos centímetros de distancia. Me humedecí los labios antes de contestar.

—¿Enemigos?—hubo duda en mi voz, pero no fue de forma intencionada. 

—Eso creo. Pero enemigos con un secreto en común—matizó el rubio, acercándose más a mí si era posible. 

Su torso estaba en completo contacto con el mío. ¿Esto era acaso otro de sus trucos? ¿Intentaba seducirme para asegurar mi silencio?

—Yo ahora tengo una pregunta— comenzó susurrando. Sentí su aliento contra mi oído y un escalofrío me recorrió por completo. —¿Qué fue el numerito de la sala de menesteres? ¿Y el del pasillo?

—El del pasillo fue porque estabas insultando a uno de mis mejores amigos...— respondí intentando mantener la calma por la cercanía. 

—¿Y el otro?—insistió. Esta vez, rozó mi cuello con sus helados labios, depositando un pequeño beso. 

Me estremecí una vez más, sin poder evitarlo. Intenté ignorarlo y centrarme en la pregunta. No sabía qué responder. Era cierto que en la sala de menesteres había estado a punto de besarlo por un extraño impulso, pero lo había conseguido camuflar. ¿Era esta su venganza?

Di un paso atrás apartándome del chico de ojos grises. Él me miraba profundamente. Mis ojos castaños se perdieron en aquel mar gris tormentoso. No podía evitarlo. Era algo casi hipnótico. Finalmente, conseguí romper el contacto visual bajando la cabeza. 

Giré sobre mis talones y le di la espalda al chico. Sin embargo, él se acercó a mí de nuevo, colocándose a mi lado. 

—No has respondido—apuntó en un susurro. 

Yo sonreí de forma nerviosa al tiempo que el calor se subía a mis mejillas. 

—Es que no tengo respuesta para eso—dije finalmente, consiguiendo mirarle de nuevo. 

Traté de que mi mirada fuese desafiante y valiente. La suya era determinada y no vacilaba ni por un instante. Aquello se había convertido en un duelo de miradas. Su gris y mi castaño. Sus demonios y mis ángeles. Sus secretos y mis temores. Su tempestad y mi calma. Todo en uno. Intentando ver cuál de los dos era más fuerte. 

Y, entonces, sucedió. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¿Enemigos? | Dramione | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora