¿Enemigos? | Dramione | ✓

Hermione

—Granger—oí que me llamaban. 

Yo estaba sentada frente al lago leyendo Historia de Hogwarts aquella tarde. No me apetecía volver a la biblioteca para leer después del incidente de la anterior noche, y la sala común estaba demasiado atiborrada de alumnos, por lo que no me quedaba otro remedio que estar en los jardines. Despegué la vista de mi libro y vi que Draco Malfoy se acercaba a mí con paso desafiante. 

Una vez estuvo lo suficientemente cerca, me agarró de la muñeca y pegó su rostro mucho al mío. Podía leer la furia y la ira en su mirada. 

—Sé que eras tú—susurró. Yo me estremecí. Empecé a entrar en pánico, pero no podía demostrarlo. Así que traté de ocultarlo lo mejor que pude y con un tono seguro afirmé: 

—No sé de que me estás hablando, así que suéltame ahora mismo, estúpido y asqueroso hurón albino oxigenado. 

—Vamos, no te hagas la tonta conmigo. Te vi perfectamente. Además, ¿quién si no tú? Eras la única con la que me encontré. ¿Por qué me seguiste?

Se había acercado todavía más si cabía. Quería correr y marcharme de allí. Pero no pensaba darle esa satisfacción. 

—No te seguí. Yo sólo me dirigía a la sala de los Menesteres y tú estabas allí. 

—Eso es imposible. Sabes mejor que yo que esa sala se adapta a tus deseos y no me interesaba que nadie estuviera husmeando en mis asuntos.—Me zarandeó y añadió:— Respóndeme, repugnante sangre sucia. ¿Por qué me seguías?

—¿Qué hacías con ese armario?—pregunté intentando evadir sus preguntas y no centrándome en el dolor que empezaba a sentir alrededor de mi muñeca. Él la retorció más y la sujetó con más firmeza. 

—Aquí las preguntas las hago yo, ¿entendiste, asquerosa sabelotodo? 

—Suéltame. 

Él no lo hizo, pero esbozó una desdeñosa sonrisa. En un desesperado intento, le di un puñetazo en la nariz. Lo tomó por sorpresa y aflojó un poco, lo suficiente para que yo me pudiera liberar. Se llevó las manos a la cara. 

—Me las pagarás, asquerosa sangre sucia. Te pondré en tu lugar. Enterrada lejos de aquí—juró mientras se iba. 

Toqué mi muñeca tratar de aliviar el dolor. No sirvió de nada. Justo en ese momento, llegó cierta pelirroja. 

—Herms, vamos. ¡Tienes que ver la selección del equipo!—me dijo entusiasmada. 

Yo asentí con una fingida sonrisa, de la que ella no pareció percatarse. Caminamos juntas hasta el campo de Quidditch, mientras ella me comentaba emocionada las tácticas que podrían usar y otras cosas de las que yo no sabía.

—Herms, ¡será increíble! —me decía. Yo reía y ella continuaba contándome cosas de las que yo apenas sabía. Adoraba a Ginny, era mi mejor amiga. 

Entre unas cosas y otras, llegamos al campo de Quidditch. Yo subí a las gradas, no sin antes desearle suerte a mi amiga. Ella me sonrió de vuelta y se puso a la cola de todas los posibles jugadores. 

Entonces, vi a Ron. Él también me miró y yo le saludé con la mano tímidamente. El pelirrojo hizo una mueca y yo le dije con los labios: <<Buena suerte>>. Un chico llamado Cormac McLaggen se acercó al oji-azul y estuvieron hablando de algo. Cormac me dirigió una mirada "seductora". Yo rodé los ojos y me centré en las pruebas. 

Harry intentaba controlar la situación, pero todo se le iba de las manos. Yo reí para mí misma. 

De repente, alguien me tocó el hombro. Bueno, más que tocar, picotear. Una imponente lechuza color café intentaba captar mi atención. Entre sus patas, llevaba un pequeño pergamino. Lo saqué con delicadeza y cuidado de no dañar al animal y leí lo que ponía. 

Reúnete conmigo en la lechucería mañana a las doce. 

D.M

Busqué con la mirada al autor de la nota. Un chico alto, de hombros anchos, me observaba desde los vestuarios de Slytherin. Su cabello rubio platino se le pegaba a la frente, tal vez del sudor, y sus ojos grises avecinaban tormenta. Al percatarse de que lo estaba mirando, volteó y se perdió entre los pasillos de sus vestuarios. D.M. Draco Malfoy.