Capítulo 4

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Daniel cerró sus ojos y masajeó sus párpados con fuerza, haciendo extrañas muecas.Tras un suspiro hondo y largo, levantó la cabeza hacia mí.

–Necesito el libro antiguo de los ritos– declaró.

–¿Qué es eso?

–¿Quieres que lo busque para ti?– se ofreció Pery.

–Por favor– se giró para sujetar sus dedos un instante, un delicado apretón de manos que duró lo mismo que su solicitud.

Ella le correspondió, y tras sostenerme la mirada brevemente, nos dejó a solas. Entonces Daniel me explicó:

–Este es mi primer matrimonio como Zethee. Cuando me casé hace años, si bien pertenecía al ejército, aún no tenía el título real, por lo que mi unión legal fue como habría sido la de cualquier otro vampiro. En este sentido desconozco algunas cosas... Por no decir todo– sacudió la cabeza –Nunca he estado en un rito de cata, no sé cuál sea el protocolo, ni sé cómo será la ceremonia de nuestra boda. Por eso tengo que consultar en el libro, allí está escrito todo. Aquinae Zans Ribaldi– mencionó –Algo como un manual, la compilación de todas las costumbres y rituales de los vampiros. Enseñanzas que datan desde la época misma de Minervino. Se transcriben cada siglo para que la información no se pierda. Tengo que revisarlo. Como dije antes, hay que hacer las cosas bien, y no quiero parecer desorientado durante los actos.

Se me escapó un suspiro.

–Daniel, hay algo que me gustaría pedirte... De eso quería que habláramos.

–¿Qué sucede?

–Yo... Siento que todo va muy rápido. Demasiado. Sabes cómo estaban las cosas entre nosotros antes de que pasara lo de mi alto poder, y sabes las condiciones bajo las cuales acepté entregarme a ti como tu zrasny. La manera en cómo estás llevando las cosas, tan precipitadas y tan frescas, me hace pensar que en tu mente todo está bien.

–¿Y no es así?

–No. Lo siento, pero mientras que tú y todos los demás actúan como si fuéramos una pareja feliz y normal, yo no podría sentirme menos inconforme. Estamos hablando de un matrimonio, no de una cena, y al parecer a ti no te importa casarte con alguien a quién apenas conoces. 

–Te conozco.

–No– repetí –Para ti sólo soy un trofeo. Algo que quieres poner entre los objetos bonitos de tu repisa y usarme de arma cada vez que te amenacen, esa es la verdad. Me gustas, Daniel, lo sabes y lo sé. Y aunque tus razones te parecen suficientes para confesarte enamorado, para mi no lo son. Esto es un show. Tú no me amas, y mi atracción por ti, mis celos y mi sumisión no son amor. 

–Damara...

–No planeo suspender la boda. Ambos hicimos promesas, y sé que ambos las cumpliremos. Pero no significa que deje de ver esto como un teatro.  

Bajando la mirada, se sumió en un pensamiento. Pasado un par de minutos, me preguntó:

–¿Crees que finjo mi interés por las ceremonias que celebraremos?

–No. Creo que quieres hacerlas, pero no porque me ames, sino porque te conviene que se den. A mí también, por supuesto, pero me hubiera gustado que fueran menos vacías.

–¿Qué quieres decir? Yo sí estoy disfrutando el que seas mi mujer, pensé que te lo estaba demostrando. Te he codiciado desde antes de tu conversión, es absurdo creer que quiero tenerte sólo por tu nuevo talento.

–La mujer que desposarás nunca ha tenido una cita contigo. Ya sé que me entregué a ti a la primera oportunidad, pero me hubiera gustado al menos eso. 

Diosa Roja  | Libro 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora