El tiempo suele pasar mucho más rápido cuando disfrutas de él. Días, semanas, y meses.
Totalmente enamorada de mi hijo, amaba con devoción cada gesto que le descubría hacer, cada mirada, cada demanda de atención. El olor y suavidad de su piel eran invitación permanente a mimarle, su fragilidad el sello de mi compromiso por protegerle. Ambos aprendíamos juntos, él de mí como yo de él, y ante mis ojos, ello era perfección. Mi esposo había tenido que incorporarse a sus deberes como Zethee, pero se fugaba de tanto en tanto para quedarse con nosotros. Haciendo un cambio en sus costumbres, suspendió sus jornadas de trabajo nocturno pese a que no todas las noches nos correspondiera dormir. Pasado el cuarto día prometido, mi cuerpo estaba listo para volver a la rutina y eso incluía la renovación de mi actividad sexual, algo que Daniel no dudó en explotar. Por su parte, mi pequeño parecía aumentar su apetito día con día, requiriendo cada vez mayor alimento. A diferencia de las crías humanas, a muy poco de haber nacido empezó a recibir otras comidas fuera de la leche materna. Preparar sus biberones me hizo recordar cuando lo hacía para mi tigre, y lamenté, como siempre, no haberle dedicado más tiempo. Sin embargo ahora que éste también había crecido, era una grata compañía, por supuesto a distancia prudencial de mi hijo.
Elizabeth siempre estaba cerca, pero me concedía privacidad con Adrián. Convirtió en rutina quedarse un par de horas cada tarde y en ese lapso ayudarme a darle de comer, así como también a preparar su baño, y en cada visita llegaba con un obsequio nuevo: Alguna prenda de ropa que ella misma había tejido durante la mañana para él.
Athir se había convertido en una abuela de tiempo completo. Cuando años atrás empezó a cuidar de mí, yo contaba ya con una edad que superaba las atenciones propias a los niños de pecho, por lo que mi nodriza no era diestra en crías. Con el nacimiento de Adrián, esto había cambiado. Mi querida nana se había dedicado a entrevistar a toda esclava que hubiera estado involucrada en trabajos de parto y cuidado parental, sus recetas secretas usualmente medicinales fueron sustituidas por potajes de dieta estrictamente infantil, de la noche a la mañana sabía todo lo que se pudiera saber sobre neonatos, y me encantaba, porque además de enseñarme, podía verla animada.
Perybandell también me había dado una sorpresa. No hubiera podido imaginar el apego que día con día demostraba hacía mi hijo, lo que la acercó mucho más a mí. Me contó lo feliz que estaba de que Adrián estuviera presentando un crecimiento rápido, puesto que así podría jugar con él más pronto, pero que al mismo tiempo representaba una experiencia agridulce, a sabiendas de que más temprano que tarde, se volvería un hombre.
–Y se parecerá mucho a Daniel– decía constantemente.
–¿Cómo era de pequeño?– pregunté, una mañana de tantas en que me hizo compañía.
Se sonrojó, sonreída.
–Muy travieso– dijo, encogiéndose de hombros, observándome con sus enormes ojos almendrados.
Llevaba un vestido rosa de hombreras bombachas, ajustado a su cintura pero con falda corta y acampanada, adornada con encajes blancos. Una de sus manos estaba cubierta con un guante de rayas coloridas, la otra lucía una pulsera de cuentas azules. Había amarrado un pañuelo en su cabeza cual pirata, y su cabello lila caía en lluvia de rizos sobre su cuerpo.
–¿Qué tanto?– insistí, acunando a mi hijo en brazos. Yo estaba sentada en una mecedora.
–Tenía que estar tras de él el día entero, le gustaba meterse en problemas, explorar, descubrir. Todo Montemagno era su terreno de juegos.
–¿Fue bien aceptado por los vampiros?
–¡Oh, sí!, como sabes, Montemagno no suele ser un jardín de niños, pero al tener el amparo del Zethee era diferente. No era un zralj, pero en el palacio se le amaba, cuidaba, y respetaba como tal... Al menos por la mayoría, sobre todo las esclavas. Pero también había quiénes tenían celos y miedo de él. Hombres cercanos al Zethee, aspirantes al poder que veían en Daniel una amenaza. Era un niño– acarició la cabeza de mi hijo –Pero crecería. Era el favorito de Itrandzar, resultaba un poco predecible que le sucedería el trono. Para entonces, estos ambiciosos buscaban la forma de sacar a su oponente del juego, y de sus trampas contra Daniel surgieron cosas buenas y malas. Pero creo que más buenas– encogió sus hombros de nuevo –Pasado todo aquello y con Daniel un poco grande ya, el recelo de estos vampiros cesó en cuánto empezaron a encontrar en él la personalidad que hoy le conoces. Sabían... O más bien pensaban que el Zethee jamás sucedería el poder a alguien así. Fueron los sucesos posteriores lo que llevó a Voohkert a cambiar de opinión.
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Diosa Roja | Libro 4
VampireContinuación de "Festival de Cadáveres" Muchos son los rumores que corren entre los vampiros. El gobierno Zansvriko niega la tragedia del festival, por lo que ésta se ha vuelto un mito. La hipótesis de que el Zethee prepara una nueva arma provoca la...