–Hiciste exactamente lo que te pedí que no hicieras, ¿Por qué?
–Daniel, no empeores las cosas, ¿y POR QUÉ DEMONIOS TRAJISTE ESO AQUÍ?
–Estaba en mitad de algo, ¿Qué querías?
Mientras que mi esposo reprochaba mi imprudencia, Elizabeth discutía con él, quién tenía en su mano la mano mutilada del hombre, con todo y una parte del antebrazo. Por mi parte, yo me retorcía de dolor. Era como la noche de mi conversión, sólo que no se expandía por todo mi cuerpo sino que se concentraba en mi abdomen y columna. Me tenían acostada en la terraza, que era lo más lejos que pudieron trasladarme con los ríos de sangre que bajaban de entre mis piernas.
–Ya dejen de discutir– supliqué entre dientes.
–¿Ves lo que haces?– le gruñó Eli por lo bajo –¿Crees que un paraíso le haga daño?– le preguntó al Zethee.
–¿Qué?– pregunté, con la voz en un hilo.
–Paraíso es un sedante muy poderoso– Daniel soltó la mano mutilada, lamió la sangre que le había escurrido por sus propios dedos, y se acuclilló a mi lado –Erradica cualquier dolor, pero no creo que sea aplicable en este caso, podría hacerte daño.
–Ya estoy aquí– apareció Gags, el médico con aspecto de surfista. Con gran rapidez, me examinó.
–Por las alas del caído, ¡Me lleva al orco!– dijo.
–¿Qué pasa?– Daniel se angustió.
–Está en proceso de parto.
–¡¡¿QUÉ?!!– gritamos todos al unísono, mi marido con preocupación, Elizabeth con una sonrisa nerviosa, y yo aterrada.
–¿Se adelantó?– preguntó el Zethee.
–Es precipitado, pero está ocurriendo. Esto será hoy. Será ya.
–Ay, por los antiguos– murmuró Eli, antes de desaparecer.
–¿Podemos llevarla a la alcoba?
–No, señor. Yo sugeriría no moverla.
–No puede nacer aquí, mira a tu alrededor.
–Daniel– Gags negó con la cabeza –Esto es delicado, no podemos moverla más.
–Daniel– quise llorar, busqué su mano. Estaba sucia al igual que su camisa anteriormente blanca, muy manchada de sangre.
–Ayudaría si te das un baño– le sugirió el surfista.
–Sí, él tiene razón, no quiero recibir a mi hijo con restos de un asqueroso cazador.
–No me dejes sola, por favor.
–Estaré aquí mismo– señaló hacia un lado –No tardaré nada. Esto es lo que haré: Me asearé y mandaré a redecorar todo esto, estará listo para darle la bienvenida a nuestra cría. Si nuestro hijo o hija va a nacer aquí, entonces esta es, desde este momento, la alcoba real.
–Athir, ¿Dónde está Athir?
–Ya vendrá– prometió y me besó la frente –Vengo en breve.
–¡Daniel!
–¿Sí?– lo hice volver.
–¿Qué pasó con el loquero?
Ante mi pregunta, se quedó frío. Involuntariamente, me llevé las manos a la boca para reprimir el miedo.
–Nada pasará– juró, muy serio –Llegará a tiempo, tú no te preocupes, yo puedo preocuparme suficiente por los dos. Ahora sólo debes hacer todo lo que él diga, y esto saldrá perfecto– me acarició –Parece que contigo siempre es así, ¿No? Cuando tu conversión, se suponía que debías esperar, pero te adelantaste, me hiciste correr, me complicaste todo, y aún así lo hicimos, ¿Cierto?, mírate, aquí estás. Con esto no será diferente, simplemente es tu naturaleza– me sonrió con melancolía –Adelantarte a todo.
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Diosa Roja | Libro 4
VampireContinuación de "Festival de Cadáveres" Muchos son los rumores que corren entre los vampiros. El gobierno Zansvriko niega la tragedia del festival, por lo que ésta se ha vuelto un mito. La hipótesis de que el Zethee prepara una nueva arma provoca la...