Guillermo Diaz, hijo de los reyes Orlando y María de España y futuro heredero del trono, jamás pensó que por una deuda de su padre con el Rey de Portugal, su vida daría un giro inesperado conociendo al que sería el dueño de sus lágrimas y a la vez d...
Valentin Bellerose era un príncipe francés amigo de la familia Díaz, y el mejor amigo de Guillermo. Ambos se conocieron desde que eran niños de nueve y siete años, en una fiesta de celebración. Sus padres se llevaban bien desde que habían combatido juntos contra el Reino de Dinamarca, y habían conseguido la victoria.
La cercanía que tenían era tanta, que los padres de Guillermo incluso habían pensado en unir sus reinos mediante el matrimonio entre ambos adolescentes. Sin embargo, el pelinegro había aclarado que Valentin era tan solo su amigo y que ni en sus más oscuros sueños a él le gustaría casarse con el francés. Primero, porque era prácticamente su hermano, y segundo porque a Guillermo no le atraían los chicos. Además de que sabían que ellos como pareja no funcionarían.
Valentin era un chico carismático y alegre. Siempre veía lo bueno de las cosas y nunca borraba la sonrisa de su rostro, al contrario de Guillermo que tenía una idea de la vida mucho más seria y cuadrada, aparte de ser bastante casanova con las muchachas de dentro y fuera del castillo, algo que Valentin repudiaba.
El francés era soltero desde que su prometida holandesa se había suicidado. Y no era por ser cruel o mala persona, pero por dentro Valentin agradeció que ella muriera; y es que era insoportable, caprichosa y engreída, además de que, bueno, era mujer y eso a él no le gustaba. Él aún no había declarado ser gay, simplemente por el hecho de que temía que Guillermo se alejara y no quisiera volverlo a ver. Sabía que a veces su mejor amigo podía llegar a ser un tanto... homofóbico, y definitivamente no deseaba ser el blanco de insultos de Guillermo.
El francés vivía junto a Guillermo hace un año. Sus padres se lo habían permitido ya que casi nunca se veían debido a la distancia, y su amistad era tan fuerte que a veces se escapaban para ir a verse –una acción típica de pareja enamorada– por lo tanto, habían decidido dejarlos vivir juntos por una temporada. Aquello hizo volver a la idea del matrimonio, pero no, ellos volvieron a asegurar que solo tenían un cariño de amigos, lo cual era totalmente cierto. Hubo un tiempo en el que Valentin estuvo un poco atraído al pelinegro, pero ese sentimiento se le fue tan rápido como había llegado.
—Guille... Siento molestaros, pero ha llegado otropregsente—dijo Valentin con su acento bien marcado, mirando con desaprobación a Guillermo y esa chica besándose en su cuarto.
Guillermo tenía su mano en un pecho de la muchacha, y ella se dejaba hacer como si fuera su novio el que la estuviera tocando.
—Uhm, nos interrumpiste en el mejor momento, Tin —contestó el pelinegro sonriéndole a la chica con picardía. Ella soltó una risita cohibida—. ¿Qué es?
Valentin se cruzó de brazos, levantando una ceja.
—Ven a verlo.
—Que molesto eres —comentó Guillermo bufando—, bien, vamos a ver.