EPÍLOGO

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Sus dedos recorrían con tristeza el escritorio antiguo que utilizaba Samuel semanas atrás. Antes de que lo inevitable ocurriera y que el castaño se fuera de su vida. Físicamente, porque mental y espiritualmente siempre lo estaría.

Luego del velorio del castaño, había decidido marcharse a su alcoba y encerrarse con las memorias que tenía con Samuel allí. Ordenó incluso que nadie lo molestara al menos hasta el día siguiente. Habían sido demasiadas emociones durante una semana. La guerra, la esperanza, la muerte de Samuel, cuando se enteró que la flecha pertenecía a Antonia, cuando se vengó clavándole la daga en el cuello, la victoria y finalmente el funeral del amor de su vida. Era demasiado para un pobre corazón.

Miró las cosas, las hojas y la pluma negra en el tintero seco. Ah, cuanto daría porque esa pluma volviera a ser utilizada por su dueño. Que lástima que no podía revivir a su esposo.

Abrió los cajones, recordando y añorando, hasta que se encontró con una carta sellada con el broche rojo que su castaño solía usar. La tomó con una ceja alzada, si mal no recordaba aquella carta era para un comandante, pero seguía allí a pesar de que la guerra ya hubiera cesado, victoriosa para los portugueses, gracias a Dios.

Vio el destinatario, sorprendiéndose en demasía al ver escrito con letra prolija “Para: Guillermo, el amor de mi vida”. Samuel jamás se la entregó, y se moría de curiosidad por saber que era lo que contenía.

La abrió con ansias, sintiendo un punzante dolor en su dedo al cortarse con el papel. Con el corazón acelerado, comenzó a leer:

«Meu amore:

Hoy he amanecido con la dicha de poder despertar a tu lado, luego de haber vivido una de las noches más magníficas de mi vida. Nos hemos unido en cuerpo y alma, y eso es suficiente para que yo pueda morir en paz.

Pero no lo haré, ni hoy ni en años, porque me queda vivir toda una vida a tu lado, disfrutando de este amor que nació de una manera tan pura y casi sagrada.

A pesar de que aún no me has dicho te amo, yo que sientes lo mismo que yo. Lo veo en la manera en que miras y la forma en que me hablas. Ay amor, deberías ser un poco más discreto. Es broma, en realidad amo que demuestres todos los días lo mucho que me quieres.

Ahora, por ese amor que tenemos en nuestro corazón, vengo a proponerte a través de esta sencilla carta que nos casemos de nuevo. Esta vez, ambos estando de acuerdo y no por un contrato.

Quiero poder besarte en el altar, y que me digas con una sonrisa que aceptas ser mi esposo por toda la vida. Ah, mi vida, estoy tan emocionado por pensar en todos los momentos que viviremos juntos. Prometo llevarte a todos los lugares que quieras. Tendremos muchas citas y viviremos aventuras extraordinarias y yo. Y al final de todo, cuando estemos viejitos y arrugados, te agradeceré por ser la pieza que me faltaba para que este reloj funcionara.

Ahora que te veo dormir, con ese rostro de ángel que tienes, solo deseo no irme demasiado pronto para poder admirarte mucho más. Cuando me vaya al cielo, de seguro comprobare que nadie brilla más que .

Para finalizar, te dejo con la propuesta en mano, y un sin fin de promesas que se cumplirán a lo largo de los años.

Siempre te cuidaré, meu amore. No importa donde esté, todo el tiempo estaré cerca de ti para decirle a todos que tengo a la persona más hermosa de la tierra junto a .

La pregunta de conclusión es:

¿Quieres casarte conmigo?

Espero que sea un , y así pronto comenzar a organizar la boda.

Te amo, precioso. Y eso jamás lo dejaré de hacer.

Atte. Tu Sam






Años después sería una leyenda en la familia el hecho de que se encontró al Príncipe Guillermo con una daga de rubíes clavada en el corazón, sosteniendo una carta con un "Sí quiero" escrito al reverso.

Por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora