17. TIEMPO

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Y hasta ahora me había jurado a mí mismx


que estaba contentx con la soledad,

porque ninguna compañía merece el riesgo.

Pero tú eres la única excepción.


The only exception, Paramore.





—Experimento —respondió el pelinegro sonriente, cómodo en demasía sobre el cuerpo tembloroso de Samuel.

La respiración del castaño se aceleró a unos niveles anormales, sus manos sobre las caderas del menor temblaban nerviosas y su cuerdas vocales no podían emitir ningún sonido además de balbuceos.

—Bueno, eh, yo... No sé, Guillermo, uh, ¿por qué? —tartamudeó, sosteniendo tímidamente al chico sobre él, sentado sobre sus muslos con una cercanía que le provocaba ganas de tomar a Guillermo y dejarlo debajo de su cuerpo, para hacerle esas miles de cosas que había imaginado solo en la habitación. Pero no lo haría; no hoy.

—Porque tengo curiosidad... mucha curiosidad —habló acercándose peligrosamente a la boca del castaño, colocando dos manos a los lados de su cabeza—. Y ahora, no podrás detenerme porque estoy completamente consciente de mis acciones.

Sonrió ladeado, mientras se acercaba a la mejilla de Samuel y dejaba un lento beso que duró horas para el castaño. Los ojos del mayor no parpadeaban, apenas y podía respirar ante los atrevimientos que se estaba tomando Guillermo. No entendía qué estaba pasando, le gustaba, eso no lo iba a negar, pero necesitaba comprender el porqué.

—Guille, espera... —le dijo al sentir los labios del menor posarse una vez más sobre su otra mejilla—, ¿estás seguro de esto? —Tomó con suavidad la cabeza de Guillermo para alejarlo, y poder mirarlo fijamente al rostro.

El menor soltó un suspiro exasperado, claramente irritado por haber sido interrumpido en su tarea, y rodó los ojos bajándose del cuerpo del castaño para sentarse nuevamente a su lado. Samuel lo siguió de igual manera, acercándose a Guillermo con un leve saltito, sintiéndose de repente muy culpable por ver ese ceño fruncido y un leve puchero en la carita de su esposo.

—A veces creo que en realidad no quieres que nos besemos —murmuró el pelinegro mirando hacia otro lado.

El castaño casi salta de la impresión ante la confesión tan disparatada —para él—, y rápidamente intentó hacerle entender que lo que más deseaba en la vida era eso.

—¿Estás loco? Lo único que deseo cada vez que te veo es probar tu boca por horas, por favor, nunca lo dudes. —Luego de decirlo se arrepintió por haber sido tan directo, pero al ver la leve sonrisa que se formó en los labios del pelinegro, borró el pensamiento.

—¿Entonces por qué no lo haces y ya? —preguntó, esta vez mirándolo con ojos penetrantes y un tanto atrayentes, Samuel casi sentía que lo invitaban a probar el pecado.

—Porque quiero que tú estés completamente seguro. Quiero que nuestro primer beso se dé cuando tú sientas algo por mí, algo fuerte que no solo se base en la curiosidad ¿comprendes?

Guillermo se quedó pensando por unos momentos. Él no sabía mucho sobre los sentimientos, no conocía lo que era estar enamorado o lo que era amar a alguien. Por un segundo por su mente pasó la idea de que lo que creía que estaba sintiendo por Samuel, en realidad era pura curiosidad, y que quizás luego de saciarla volvería sentirse hetero otra vez.

Por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora