11. AVANCES

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Incluso con la mitad de tu rostro cubierto,

sigue siendo un encanto

Tienes un buen estado de ánimo

Estás llenx de secretos, bebé

[...]

No puedo esperar ni una hora ni un segundo

Estoy listo para ti, quiero tenerte

The Closer, VIXX


Cuando se terminó de colocar las botas, por primera vez desde que estaba en cama, botó un suspiro profundo, ansiando montar a caballo y correr como loco por las praderas de margaritas. Por fin el doctor había accedido a que se levantara y pudiera realizar las actividades que quería de manera normal. Su pierna ya estaba completamente sanada, e incluso la sentía mejor que nunca antes.

Esas semanas en que había estado en cama habían sido las más aburridas de su vida, y no, no es que Samuel no tuviera buenos temas de conversación o hubiera estado muy abandonado, pero él era un chico al que le gustaba moverse, hacer cosas, sentirse útil. Quizás los privilegios que tenía los extrañaría un poco, sí... ¡Pero ahora podía cabalgar a Alcander! Y eso definitivamente no lo cambiaría por nada, menos por algo que le apasionaba tanto como era montar. 

Se levantó de un salto, acomodándose el cinturón de cuero café, y sin antes despedirse de Velu con un 'adiós bola peluda', salió de la habitación con una sonrisa digna de enmarcarse. Samuel lo esperaba apoyado en la pared, vistiendo un traje rojo ajustado y unas botas negras que llegaban hasta la rodilla. 

El mayor saludó con un movimiento de cabeza junto a una sonrisa cariñosa, y sin poder evitarlo Guillermo se acercó hasta él y enrolló sus brazos alrededor de sus hombros. Sabía perfectamente que aquel gesto no era para nada consecuente con el Guillermo de meses atrás, pero ¿qué más daba?, quería demostrarle de alguna manera a Samuel que la confianza entre ellos había crecido y los tiempos de malos tratos habían acabado. Por suerte, ya se le estaban acabando los insultos e ideas para dañar al portugués. 

—Oh, ¿y esto por qué? —preguntó un atontado Samuel al sentir el calor envolvente de Guillermo cerca de su piel. 

Movió ligeramente los brazos, posándolos con algo de duda sobre la cintura del pelinegro. Se sentía en éxtasis, estaba a punto de pellizcarse para saber si aquello era un sueño.

—Para agradecerte por todo el tiempo que pasaste encerrado cuidándome. Pudiste estar haciendo otras cosas, o encargándote de tus responsabilidades, y aun así estuviste conmigo —respondió el pelinegro suavemente. 

Su corazón latía despacio, tranquilo y en paz. Ya no sentía esa roca pesada en su estómago de hace tiempo atrás cuando trataba cruelmente al castaño. Su alma y su cuerpo estaban en plena calma, y Guillermo en ese momento solo podía concluir que el odio lo estaba consumiendo anteriormente; era una de las peores sensaciones que había sentido.

—No fue nada, es mi deber como esposo protegerte... En la salud y en la enfermedad ¿lo recuerdas? —le dijo el castaño sintiendo el corazón desbocado ante la primera muestra de afecto hacia su persona de parte del menor.

Guillermo inevitablemente sonrió en el hombro de Samuel, y asintió. Se acordaba de la boda con detalle, pero ahora en vez de producirle un deseo de golpear a Samuel, por su cuerpo corría una especie de sensación cálida que se terminaba de alojar en su estómago y le producía cosquillas. Pero esto no lo diría jamás en voz alta.

Por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora