Soy, el que quererte quiere como nadie
Soy el que te llevaría el sustento día a día...
El que por ti daría la vida ese soy
Aquí estoy a tu lado
y espero aquí sentado hasta el final
No te has imaginado, lo que por ti he esperado
Pues eres lo que yo amo en este mundo eso eres.
—Eres, Café Tacvba
SAMUEL
El rostro de Antonia se desfiguró por completo al oír lo dicho por mi esposo. Me fue inevitable soltar una pequeña risa que oculté en el hombro de Guillermo, apretándolo más entre mis brazos. Sus manos se posaron sobre las mías, y una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza.
El calor que emanaba su cuerpo, el olor de su cabello azabache y su demostración de celos, lograban que mi cuerpo quisiera hacerle miles de cosas en el momento. Pero al estar frente a tantas personas, y al recordar lo que habíamos pactado, las sensaciones solamente provocaban un calor en mi pecho.
—¿¡Cómo te atreves!? —exclamó la Princesa, sacándome de mi burbuja en la que de repente me había adentrado. Por un momento incluso olvidé que ambos estábamos en el salón, discutiendo por un acuerdo que ya se había cerrado hace meses.
—Antonia, mejor vámonos, no tenemos nada que hacer aquí —habló condescendiente el Rey, tomando por el brazo a su hija para que ambos se levantaran.
Ella se soltó bruscamente, antes de acercarse violentamente hacia nosotros. Fruncí el ceño al ver como preparaba su mano para golpear a mi esposo, y le agarré con fuerza la muñeca antes de que llegara a cometer el acto.
—No te atrevas a golpearlo, Antonia. Puedes ser una mujer, y por eso no tengo derecho a golpearte, pero puedo ordenar que mis guardias te expulsen de mi castillo ahora mismo y no les pediré que sean gentiles —advertí seriamente, sujetando a mi chico con un brazo rodeando su cintura y la otra sosteniendo la mano alzada de Antonia.
Jamás dejaría que alguien le faltara el respeto de esa forma, y menos por un capricho de una niña mimada. A Guillermo no le tocarían ni un pelo, tenían que pasar sobre mí primero.
—Está bien, me largo. Pero te arrepentirás de esto Samuel De Luque —amenazó con una sonrisa egocéntrica que me hizo querer tirarle los pelos, y se soltó bruscamente de mi agarre, tomando su vestido en el proceso antes de marcharse por la puerta.
¿Quién se creía ella como para venirme a faltar el respeto, a mí y a mi esposo? A pesar de lo ofendido que me sentía en ese momento, lo dejé pasar, no estaba para discutir estupideces con chicas así.
Guillermo se removió entre mis brazos, dándose vuelta para que pudiera verlo de frente. Escuché como el el Rey Edgar se despedía hoscamente de todos, y luego la puerta principal cerrándose a los segundos. El pelinegro me sonrió con gusto, como si estuviera orgulloso de mí y quisiera recompensármelo.
(se me ocurren miles de formas mi amor)
—Debo admitir sin duda, que me siento muy querido cuando me defiendes de esa forma. Podría acostumbrarme —me comentó posando sus manos en mis hombros, arreglando distraídamente mis hombreras.

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Por contrato
Fiksi PenggemarGuillermo Diaz, hijo de los reyes Orlando y María de España y futuro heredero del trono, jamás pensó que por una deuda de su padre con el Rey de Portugal, su vida daría un giro inesperado conociendo al que sería el dueño de sus lágrimas y a la vez d...