10. CONQUISTAR

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Has estado siguiendo el camino

He pecado, pero sigo callado 

Estás cerca pero no es suficiente

Necesito esto para sobrevivir

[...]

Impactame como un meteorito 

—Meteorite. Years & Years


—¿Y eso qué fue? —preguntó Valentin al cerrar la puerta de la biblioteca. 

Después de que Felipe se abalanzara a besarlo y Rubén mostrara una mueca de sorpresa mezclada con molestia, al francés no le quedó de otra que seguirle el beso por unos segundos, para luego separarse con lentitud con las mejillas como tomates y despedirse de manera nerviosa del noruego. 

Felipe no sabía la razón por la cual había dejado que sus instintos lo controlaran, y se dejara llevar por sus deseos ocultos. Jamás había sido una persona que actuara por impulso, mucho menos cuando se trataba de un muchacho ya que no quería parecer un chico posesivo o celoso.

Pero al parecer Valentin rompía todo sus esquemas, porque su mente ni siquiera había pensado un poco cuando ya le estaba comiendo la boca como si fuera algo que hicieran a diario. En parte se arrepentía porque no quería que el primer contacto más allá de lo amistoso con Valentin fuera de esa manera, pero probar sus labios suaves y con sabor a miel había resultado increíble y arrepentirse de eso sería un pecado.

—Y-Yo, no lo sé... —murmuró con sus mejillas coloradas y sus ojos celestes mirando hacia el suelo. Valentin sintió su corazón acelerarse ante lo adorable que Felipe se veía avergonzado—. No pensé nada solo-solo, no te enojes ¿bueno? Si quieres podemos olvidarlo y... 

—¿Realmente crees que me enoja que me hayas besado? Lo he venido queriendo desde hace semanas —lo interrumpió Valentin con una sonrisa ladeada, sorprendiéndose a sí mismo por su falta de nerviosismo al decir aquello. Su mirada poseía un brillo particular y su voz había sonado tan dulce a los oídos de Felipe que sintió sus piernas temblar, derritiéndose. 

—¿De verdad? —Felipe inconscientemente dio unos pasos hacia adelante, posando una mano en el pecho de Valentin como si estuviera hipnotizado. Ambos aún seguían a la entrada de la biblioteca, extrañamente los guardias no se encontraban allí. 

El francés asintió con sus labios estirados en una sonrisa. Una de sus manos se dirigió nerviosa hacia la mejilla del rubio, y acarició sobre la escasa barba. Esos ojos celestes verdosos lo tenían maravillado, podría pasarse horas y horas sumergiéndose en ellos como si fuera una laguna sin fondo y llena de misterios. Su corazón saltaba de alegría al saber que Felipe sentía la misma atracción que él, se lo había demostrado en aquel delicioso beso con sabor a gloria, y como se caracterizaba por ser un hombre cálido y un poco atrevido, no temió ni un poco luego susurrar cerca de su rostro: 

—Así que, cuando quieras, puedes volver a hacerlo. A mí no me molestara y de hecho, me tomaré la libegtad de corresponderte. 

Las mejillas calientes de Felipe volvieron a encenderse como dos faroles. Sus pupilas se agrandaron ante la mirada perspicaz que Valentin le dirigió, y sus oídos se encantaron al escuchar aquel acento francés que lo había vuelto loco desde la primera vez que lo escuchó. Mostró una sonrisa breve, sus manos temblaban sobre el pecho ejercitado de Valentin, sintiéndose como si estuvieran en una caja donde nadie los podía ni ver ni escuchar. 

Por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora